lunes, 21 de junio de 2010

EN PELIGRO DE EXTINCIÓN


“Mi suicidio”. De Henry Roorda. Dirección: Fernando Bernués. Intérprete: Mario Gas. Escenografía: F. Bernués y M. Gas. Vestuario: Antoni Belart. Traducción: Miguel Rubio. Madrid. Sala Cuarta Pared.

Algún germen peligroso debe alentar en el mundo de la educación, como para que el magisterio haya sido uno de los oficios menos considerados y peor pagados de la historia. La parábola del enseñante, rico en saber y pobre en recursos materiales, se repite incesantemente por encima de los tiempos. El refrán “Pasa más hambre que un maestro de escuela”, vine a demostrar esta histórica pulsión. El desprestigio de este oficio alcanza sus cotas más altas en la actualidad, donde apenas ningún joven aspira a ser profesor, por ser esta actividad de las peor remuneradas y de menor proyección social. No deja de ser paradójico que una tarea tan esencial como la de la alfabetización de los pueblos, y la del cultivo del espíritu y el criterio de los futuros ciudadanos, se haya convertido en una especie de rémora social. Misterios tan complejos como éste encierra el capitalismo, temeroso de la libertad de criterio individual en los tiempos de la aldea global y el pensamiento único.
Henri Roorda fue un profesor suizo nacido en 1872, y suicidado en 1925. Fue autor de una serie de ensayos pedagógicos y filosóficos donde repasaba su visión de los asuntos esenciales de la sociedad. Roorda amaba la vida profundamente, incluidos sus aspectos más hedonistas. Demasiado para un pobre profesor. Siempre vivió por encima de las posibilidades materiales que le permitía la paga mensual del funcionario. Llegó al suicidio pro desilusión. Veía tanto, que no pudo seguir viendo más.
Mario Gas interpreta a Roorda en “Mi suicidio”, un texto autobiográfico que escribió el profesor suizo antes de poner a su vida punto final. El actor y director escénico demuestra grandes calidades interpretativas con unos dinámicos registros de voz, y una sólida presencia escénica calculada con magistral gestualidad. En el interior de su pobre escuela, a solas, en una jornada lluviosa, desgrana sus gozos y padecimientos en la escena terrenal.
La escenografía es bella, la caligrafía que va dibujando el profesor sobre la pizarra, como si impartiera su última clase ante el respetable, marca las coordenadas temporales de la historia y disecciona los grandes temas que se tratan en la obra. Quizás el permanente sonido de lluvia artificial pueda provocar una excesiva relajación en el público ante un discurso tan bello, como punzante y corrosivo.
El público aplaudió con convicción el talento interpretativo de Gas, y la oportunidad de dar voz a uno de los oficios más morales y esenciales que puedan existir, y que lamentablemente se encuentra en peligro de extinción.

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