lunes, 21 de junio de 2010

CABARET DE LA CRUELDAD


“Vivir del Aire & El observador”. De Luis Matilla. Dirección: Juan Margallo. Reparto: Petra Martínez. Jesús Alcaide. Juan Margallo. Música en directo: Marisa Moro. Escenografía: Richard Cenier. Madrid. Sala Triángulo.

“El observador” de Luis Matilla se estrenó en el CDN hace un par de décadas. No ha desmerecido con el tiempo. Está emparentado con un cierto teatro de la Crueldad, que podría ejemplificarse con ciertas obras de Harold Pinter, donde la civilizada relación de los protagonistas se sostuviera en el binomio víctima-verdugo. No son estrictamente simbólicos los personajes, sino la situación, ensamblada entre personajes cotidianos y un ente superior que los vigila sin decir palabra.
Juan Margallo y Petra Martínez continúan enarbolando una forma de entender el teatro como una pasión comprometida y vital. No han perdido ni un ápice de entusiasmo desde los remotos años del Gayo Vallecano. Además, Margallo y Martínez son grandes intérpretes, se conocen el oficio a la perfección, y saben cómo sacarle punta a sus respectivos talentos.
En “Vivir del aire” recuperan la obra de Matilla “El observador”, a la que añaden una especie de entremeses contemporáneos, al comienzo y al final de la representación. El producto escénico resulta coherente. “Vivir del aire” transita entre la sátira de un matrimonio conservador, que desayuna unido por las tostadas y la prensa; y continúa con la asfixiante representación de “El observador”. En un sótano vive un matrimonio que estuvo en tiempos vigilado por un Observador que las autoridades habían instalado en su casa, para acechar sus actos privados e íntimos. Una escalera de caracol, un rosetón por ventanuco, y un teléfono por el que se oye el paso de los trenes, o descienden cataratas de lágrimas, conforman un espacio simbólico, inspirado en el misterioso e ineluctable mundo del humorista gráfico OPS. El figurín del Observador está extraído directamente de la iconografía de Andrés Rábago, pintor que sostiene al humorista OPS.
La atmósfera sonora creada con la música en directo de Marisa Moro ayuda a desarrollar este clima onírico de pesadilla, que hace vibrar el misterio surrealista de la representación.
Margallo y Martínez, acompañados por Jesús Alcaide, no tienen ningún obstáculo en transformar el inquietante escenario en una suerte de cabaret político final, en el que invitan al público a participar activamente en la representación. Aunque no salió nadie esa noche, los intérpretes demostraron tablas y oficio a raudales para interesar al público, en todo momento. Los largos aplausos finales vinieron a confirmarlo.

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