sábado, 26 de junio de 2010

LA BALADA DE FRRANZ KAFKA

"Kafka Cabaret”. Dramaturgia: Alfonso Pindado. Dirección: Joaquín Ostrovsky. Reparto: Pilar Arriola. Cristina Blanco. José Luis Checa. César León. Pablo Chiapella. Tomás Pozzi. Música y letras: Alfonso Pindado. Arreglos e interpretación: Rodrigo Díaz. Miguel Magdalena. Madrid. Teatro Triángulo.

Franz Kafka era un checo que -por estímulos de su padre- pretendía convertirse en un destacado funcionario alemán. El autor de la amargura escribiría pues su obra en la lengua de Goethe, integrándose al fin en la gloriosa historia de las letras germánicas. El conflicto entre el creador y la realidad fue trasladado por el joven Kafka a la relación padre-hijo. Las presiones y envites de realidad que tuvo que soportar el Kafka abogado y funcionario, los personalizo en su padre, al que responsabilizaba de toda la miseria moral de su existencia.
Alfonso Pindado vuelve a acercarse al prolífico mar interior de las tormentas de este judío checo que ha sintetizado en su obra la angustia del mundo moderno. No le sienta mal a Kafka el cabaret, pertenecen a la misma cultura. La socarronería o el humor cáustico kafkiano existen. Se reía a carcajadas leyendo a sus amigos el manuscrito de “La metamorfosis”.
La actualidad de los temas que conforman la obra y la biografía de Kafka son siempre un excelente material dramático; a pesar de ser el autor más prolífico en diarios y correspondencias, Kafka siempre escribe representaciones dislocadas de la realidad. El artista es un pervertido, sólo debe ser fiel a su obra, debe olvidar su humanidad. Pero, no por ello la muerte va a pasar de largo ante su cama.
Pindado indaga en los temas de la edad, la obra y el tiempo, con los que parece sentirse plenamente identificado, y lo hace con una sensibilidad de aquí, que se manifiesta sobre todo en las canciones que ha compuesto para este original Cabaret kafkiano. La música en directo y las cálidas canciones interpretadas brillantemente por Cristina Blanco, dan calor a este espectáculo que enfrenta al creador con la muerte; en el camino se entrecruza el amor, el sexo, la familia, la vida…
El uso del exiguo y laberíntico espacio escénico del bar de la sala (que se convierte en el cabaret de la obra), deviene sugestivo, aunque en algunos momentos se pierda visibilidad. Los intérpretes están dirigidos con unidad más o menos caricaturesca -propia del cabaret- y con una propuesta de movimiento desnaturalizada. Quizás le falte atmósfera germánica al montaje, y cierta profundidad escénica y dramática acorde con el calibre de la empresa acometida. El público aplaudió a los actores, motivados por la calidad y originalidad del trabajo que representan.

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