sábado, 26 de junio de 2010

¡QUÉ MALOS SON LOS HOMBRES!


"Confesiones de mujeres de 30”. Versión: Yolanda García Serrano. Dirección: Lía Jelín. Reparto: Anabel Alonso. María Pujalte. Cati Solivellas. Vestuario: Paola Torres. Música: Fredy Vaccarezza. Iluminación: Felipe Ramos. Madrid. Teatro Lara.

Comienza a ser un género escénico recurrente el de las mujeres que confiesan sus sufrimientos con los hombres desde el escenario de un teatro. Quizás el tono ligero, picante, corrosivo de este tipo de piezas -bien conocidas por el público, proliferan como setas- sea una de las causas de su éxito. Aunque también lleva en su interior la semilla de su propia autodestrucción, fagocitado por la repetición, en serie que viene a suponer cada nueva entrega de mujeres quejumbrosas. En el arte escénico la sorpresa y la originalidad es una moneda de mucho peso.
La pieza que representan Anabel Alonso, María Pujalte y Cati Solivellas repasa los fracasos de las protagonistas con los hombres, y en particular con sus ex-esposos. Machos egoístas, insensibles, rutinarios, adictos a la televisión y al futbol, enganchados al coche, con una visión pésima de la mujer, y una flagrante incapacidad para comprender los sentimientos y necesidades de sus compañeras o esposas.
El público se ríe con los comentarios de las actrices, especialmente las damas de la platea.
“Confesiones de mujeres de treinta” no tiene voluntad de ser teatro aunque se represente en uno de ellos. Es una suerte de cabaret ligero y desenfadado, o una gala televisiva gamberra. La repetición de las situaciones entre los monólogos entrelazados de las tres protagonistas, y la superficial simplicidad con que se argumentan las conocidas quejas de las féminas, hace que esta ensalada se digiera fácilmente por un público, que cada vez parece contentarse con menos.
Anabel Alonso es una payasa caricata, que sabe meterse al público en el escote. Es una vedette cómica a lo Lina Morgan, con talentos naturales para comunicarse plenamente con el público. Si bien se agradece su nervio humorístico, termina saturando el espectáculo, que funcionaría mucho mejor sin el bloque final de la Alonso.
Ligero, fresquito, acusica, picante y quejumbroso, este montaje resulta recomendable para aquellas que quieran remojar la carcajada otra vez en la misma salsa del “¡Qué malos son los hombres!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario