domingo, 20 de junio de 2010

LA CULPA ES DE LA TELEVISIÓN


“Rottweiler”. De Guillermo Heras. Dirección: Luis Miguel González Cruz. Reparto: Ángel Solo. Raúl Guirao. Rafael Blanca. Madrid. Sala Cuarta Pared.

La televisión fagocita todo aquello que pueda salirse de la cotidianeidad. Los que mandan son el espectáculo, la audiencia, y las exclusivas. Catalizadora simbólica de todas las culpas de nuestra sociedad, la televisión-basura se convierte en el continente de este “Rottweiler”, nombre de un neonazi “skinhead”, al que se le da voz y mando en un deleznable programa televisivo.
Guillermo Heras construye su obra en el interior de un plató de televisión, donde el público tiene la posibilidad de conocer al cámara-regidor, al decadente presentador del programa y a su “ilustre” invitado radical. El público de la sala se convierte -por exigencias del guión- en domesticado público televisivo. Con aplausos se recibe al ídolo “skinhead” que va a declarar lo que le dé la gana delante de las cámaras, pasando por encima de las preguntas del entrevistador. El singular personaje desentrañara las claves de su tenebrosa infancia, acerca de lo difícil que lo tuvieron sus padres para sacarlo adelante, y de cómo a los diecisiete años ya era un decepcionado del mundo imperante, que se entregó a las charlas místicas de “El legionario” y el “Treshuevos” que le enseñaron mucho más que sus maestros en el colegio.
Siguiendo los patrones de los truculentos magazines televisivos, a lo largo de la representación se insertan proyecciones en vídeo con las declaraciones del antiguo profesor, de la ex-novia, y de la voz anónima colectiva y sorprendente de la calle. Incluso, para aumentar más el morbo, se emite un documental sobre las actividades violentas de “Rottweiler” y sus compañeros de hazañas.
El violento cabeza-rapada irá poniéndose cada vez más agresivo, hasta terminar dominando el plató, y saliendo a la calle con trágicas y criminales consecuencias, que serán emitidas en directo, con la esperanza de aumentar la audiencia.
El director L. M. González Cruz realiza una puesta en escena dinámica y entretenida, valiéndose de las dotes interpretativas del elenco. Ángel Solo encarna al decadente presentador, horrorizado con las migas de su profesión. Raúl Guirao da vida al agresivo invitado, recitando con convicción, fragmentos del Apocalipsis. Rafael Blanca interpreta al cámara con conciencia social, que terminará convirtiéndose en carne asada televisiva. El público que abarrotaba la sala aplaudió repetidamente a los protagonistas de esta comprometida representación.

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