domingo, 20 de junio de 2010

¿SUEÑO, ALUCINACIÓN O PESADILLA?


“Dakota” de Jordi Galcerán. Dirección: Esteve Ferrer. Reparto: Carlos Hipólito. Ángel Pardo. Elisa Matilla. Juan Codina. Escenografía y vestuario: Ana Garay. Iluminación: Juanjo Llorens. Madrid. 8-1-2004

Un hombre conduce en la noche su motocicleta. Le detiene un guardia que va a multarle por exceso de velocidad antes de tomar una peligrosa curva en la que va a tener un accidente. El mismo agente le dice que su hijo ha muerto al nacer. El conductor se despierta en un hospital, ¿ha soñado su accidente?, ¿le ha ocurrido en realidad? Su esposa le comunica estar embarazada y cuando llega el momento el deseado hijo muere en el parto.
En torno a esta capacidad premonitoria de los sueños de este dentista soñador, el dramaturgo Jordi Galcerán entreteje su comedia “Dakota” que el público recibe con risas y gran regocijo. Pero no acaban ahí los problemas. El hombre vuelve a soñar que su esposa le es infiel con un desconocido, aunque por poco tiempo. El supuesto amante del sueño se presentará en su consulta para ofrecerle sus servicios de protésico dental. A partir de ahí el dentista que soñó, comenzará a provocar el encuentro de éste con su esposa, pues está convencido de que todos sus sueños se convierten en realidad.
Por si fueran pocos sueños, el individuo sueña además que en Estados Unidos, va a haber una masacre en Dakota, donde un excombatiente se va a liar a tiros en una cafetería, dejando un reguero de cadáveres inofensivos. De esta forma, los celos, las insatisfacciones e inseguridades que provocan la vida contemporánea, los conflictos maritales, etcétera, etcétera, tendrán un monstruo referencial en su naturaleza pesadillesca: la bandera de las barras y estrellas.
En medio de este delirio, el autor introduce a un excombatiente de la Batalla del Ebro, y por si fuera poco, a un juglar medieval que canta la desdichada historia de una dama que le fue infiel a su esposo. Con todos estos variopintos ingredientes, autor, director e intérpretes consiguen servir un alucinatorio brebaje que despierta grandes carcajadas en el público.
Esteve Ferrer le ha impreso un trepidante ritmo a la puesta en escena, en un misterioso y elegante espacio escénico de Ana Garay, por el que deambulan a toda marcha los protagonistas.
Carlos Hipólito aporta todo su saber y experiencia a este dentista soñador, que permanece todo el tiempo en escena. Ángel Pardo realiza la mejor interpretación de la obra, dando vida a diferentes personajes episódicos, con una humanidad y un humor reconfortantes. Elisa Matilla es la esbelta y “oenegista” esposa del protagonista, único punto de referencia sensato de este engranaje dramático. La actriz realiza todo un pase de modelos, y despliega un amplio catálogo de perplejidades frente al demente narrador de la pieza. Finalmente, Juan Codina interpreta al protésico en apuros, como el payaso tonto del circo, que termina llevándose la recompensa.
El teatro rebosaba la noche del estreno, con un público afín y entregado con sus risas. Al final, rindieron una calurosa ovación a toda la compañía, y aplaudieron cuando el primer actor dedicó la velada a la desaparecida Teresa Vico, gestora del teatro Albéniz, donde se consumó la representación de la pieza.

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