
“La noche al desnudo”. De Michael Weller. Dirección: Pape Pérez. Reparto: Blanca Marsillach. Juan Meseguer. Traducción: Enrique Zaldúa. Vestuario: Paco Delgado. Música: Luis Agius. Escenógrafo: Delia Piccirilli. Madrid. Centro Cultural de la Villa.
La noche es el tiempo de los seres felices, cuando los sueños toman las riendas de la existencia y los deseos intentan hacerse carne entre algo más que las sábanas de un cuarto de hotel de cinco estrellas. En esta tesitura de anhelos sitúa el autor Michael Weller a sus dos personajes, Lindy y Adam, dos antiguos ex-amantes que han vuelto a darse la oportunidad de reencontrarse, y sondear si aquella historia que sucedió entre ambos -diez años antes- sigue dando sus mejores frutos pasionales.
El hotel donde cenan los amantes reencontrados se ubica en el provinciano “Sur” de Estados Unidos, donde todo sigue siendo moralmente como en la Atlanta de Escarlata O’Hara. Sin embargo, Lindy es una mujer dispuesta a tomar las riendas de su destino, y aprovechando un congreso al que asiste sin su esposo, se cita con el arquitecto que le hizo el amor como ninguno en Nueva York, diez años antes.
La obra se desarrolla en este ajuste de cuentas por encima del tiempo que realizan ambos protagonistas. Él tiene una esposa bailarina y ella un marido fabricante de bicicletas, que quiere presentarse a las elecciones de Senador por su Estado. Las apariencias, las obligaciones maritales, el rol y la responsabilidad paterna de los protagonistas van conduciendo la obra en esta larga noche donde la carne y la locura se dan la mano entre amantes viejos que parecen recién estrenados. ¿Serán capaces de romper con su vida oficial para entregarse al amor que les llama como un potro desbocado? El autor deja esta incógnita en el aire, pretendiendo que sea el público quien la descifre tras el final de la representación.
Blanca Marsillach interpreta con su peculiar estilo y su natural belleza a la dama del sur atacada de esquizofrenias múltiples, mientras Juan Meseguer da vida con matices y entereza al arquitecto neoyorquino que la secunda en el deseo por encima de todas las dificultades. El director Pape Pérez juega con sus personajes como un ajedrecista con sus fichas de partida, acompañando la mayoría de la representación con una música atmosférica romántica y sugerente, que da cañamazo sonoro al diálogo de los protagonistas. La escenografía es bella y elegante y una efectista iluminación de Francisco Ruiz Ariza viene a subrayar y resaltar las atmósferas dramáticas más suculentas.
El público aplaudió a los intérpretes con calidez al final de la representación de este viaje al fondo de la noche americana.
La noche es el tiempo de los seres felices, cuando los sueños toman las riendas de la existencia y los deseos intentan hacerse carne entre algo más que las sábanas de un cuarto de hotel de cinco estrellas. En esta tesitura de anhelos sitúa el autor Michael Weller a sus dos personajes, Lindy y Adam, dos antiguos ex-amantes que han vuelto a darse la oportunidad de reencontrarse, y sondear si aquella historia que sucedió entre ambos -diez años antes- sigue dando sus mejores frutos pasionales.
El hotel donde cenan los amantes reencontrados se ubica en el provinciano “Sur” de Estados Unidos, donde todo sigue siendo moralmente como en la Atlanta de Escarlata O’Hara. Sin embargo, Lindy es una mujer dispuesta a tomar las riendas de su destino, y aprovechando un congreso al que asiste sin su esposo, se cita con el arquitecto que le hizo el amor como ninguno en Nueva York, diez años antes.
La obra se desarrolla en este ajuste de cuentas por encima del tiempo que realizan ambos protagonistas. Él tiene una esposa bailarina y ella un marido fabricante de bicicletas, que quiere presentarse a las elecciones de Senador por su Estado. Las apariencias, las obligaciones maritales, el rol y la responsabilidad paterna de los protagonistas van conduciendo la obra en esta larga noche donde la carne y la locura se dan la mano entre amantes viejos que parecen recién estrenados. ¿Serán capaces de romper con su vida oficial para entregarse al amor que les llama como un potro desbocado? El autor deja esta incógnita en el aire, pretendiendo que sea el público quien la descifre tras el final de la representación.
Blanca Marsillach interpreta con su peculiar estilo y su natural belleza a la dama del sur atacada de esquizofrenias múltiples, mientras Juan Meseguer da vida con matices y entereza al arquitecto neoyorquino que la secunda en el deseo por encima de todas las dificultades. El director Pape Pérez juega con sus personajes como un ajedrecista con sus fichas de partida, acompañando la mayoría de la representación con una música atmosférica romántica y sugerente, que da cañamazo sonoro al diálogo de los protagonistas. La escenografía es bella y elegante y una efectista iluminación de Francisco Ruiz Ariza viene a subrayar y resaltar las atmósferas dramáticas más suculentas.
El público aplaudió a los intérpretes con calidez al final de la representación de este viaje al fondo de la noche americana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario