sábado, 26 de junio de 2010

LA OSCURIDAD DE LA BOHEMIA


"Luces de bohemia”. De Ramón María del Valle-Inclán. Dirección: Helena Pimenta. Reparto: Ramón Barea. Cesáreo Estébanez. Ana Wagener. Pilar Gómez. Ione IRazabal. Fernando Ransanz. Javier Román. Mariano Peña… Escenografía: José Tomé/Susana de Uña. Vestuario: Elisa Sanz/Maika Chamorro. Iluminación: Miguel A. Camacho. Madrid. Teatro Albéniz. 27-2-03

Valle-Inclán es un autor comprometido con el idioma. En su teatro la palabra es lo esencial. Es el suyo un teatro más discursivo que de peripecia. El autor está interesado más que en el relato de unos hechos, en transmitir lo que piensan los personajes de la sociedad de su tiempo. Valle no sólo utiliza la obra para mostrar las desventuras de Max Estrella en el Madrid de Alfonso XIII, sino que además se vale de esta pieza para exponer toda su teoría estética y dramática del esperpento. Las librerías de viejo, las tabernas, los cafés literarios, las hordas de poetas modernistas y gacetilleros, así como los manifestantes, los presos políticos, y las redacciones nocturnas de los periódicos, le permiten a Valle-Inclán expresar su teoría de España y del Madrid literario, político y periodístico.
No es Valle un autor sencillo de llevar a escena. Convencido de que el público no valoraba sus dramas los escribía libérrimamente, sin adaptarse a las limitaciones de las compañías teatrales. Hay en sus obras un sentido titánico de poner en pie -desde la escritura- una empresa teatral completa. En cada representación de Valle habría que intentar dar carne a este misterio del autor-demiurgo que ha sustituido por sí solo a toda una profesión teatral cargada de oficios.
El espectáculo que ha dirigido Helena Pimenta presenta todos los cuadros que escribió Don Ramón en su obra, devolviéndonos la compleja mirada del autor de “Luces de Bohemia”. Los espejos deformantes del Callejón del Gato son mucho más que un reflejo, conforman una filosofía de la mirada, cáustica, lúcida y desenfrenada.
Si en Valle-Inclán no se entiende el texto como una partitura musical inviolable, se corre el riesgo de cortar el cordón umbilical que une a tan prometeico autor con el público. En líneas generales no hay una buena prosodia en la representación, se pierden frases completas. La palabra esperpento no llega a escucharse.
La puesta en escena adolece de energía, está como desinflada. No están bien elegidos los ingredientes de este montaje. Una escenografía arbitraria, y una música ajena a la nocturnidad canalla y trágica del poeta ciego Max Estrella, no ayudan al esfuerzo de los intérpretes por acabar de representar este titánico mundo valleinclaniano.Ramón Barea interpreta al poeta ciego, alcanzando en la parte final sus mejores momentos interpretativos. Cesáreo Estébanez actúa como Don Latino de Hispalis, con ese auténtico cazallerismo de voz que le caracteriza. El resto del elenco representa a diferentes personajillos que pueblan la odisea nocturna de este Homero madrileño. Destaca Fernando Ransanz en la escena del Ministro, la más conseguida de la obra, (que fue unánimemente aplaudida); e Ione Irazabal con una brillante y pletórica voz en la madre del niño muerto, y una deliciosa presencia escénica en la cabaretera muda del Cafe Colón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario