Escena Contemporánea. "Aktion 398". Franko B. País: Inglaterra. Madrid. Casa de América. 25-1-2002.
Escena contemporánea. "Clinic. Exit". Akademia Ruchu. País: Polonia. Sala Cuarta Pared. 24-1-2002.
Uno de los objetivos de la escena de vanguardia ha sido el de crear imágnes que tuviesen la fuerza suficiente como para dar la vuelta al mundo por las portadas de todos los periódicos. Una imagen impactante, sugestiva, simbólica, que sea capaz de despertar el interés del espectador. El teatro como un cartel viviente.
Franko B. consigue este objetivo con su presencia sangrante, abriendo la II edición de Escena Contemporánea, delante de todas las cámaras. Identifica la obra de arte con su cuerpo, sobre el que ejerce punciones, y con el que representa desnudo -todo maquillado de blanco- cierto tipo de criaturas oníricas. Su trabajo se inserta en lo que se conoce como "Body art", en esta jerga anglosajona, que nos ha venido impuesta por los circuitos domesticados del arte contemporáneo.
En "Actión 298" el italiano residente en Londres, Franko B. no utiliza la sangre como reclamo. El público, en grupos de 25, son obligados a descalzarse y dejar sus abrigos, y pasar a una especie de sala de espera de ambulatorio o de estación de autobuses. Hay que tomar un número -como en la cola de las chacinas- para poder entrar a la caseta de feria a ver el monstruo. Aquí está lo más interesnate de este "performance". Los asistentes comienzan a relacionarse entre ellos, aburridos de esperar a que pase algo ante sus narices. Cuando te toca el turno, un enfermero con bata blanca te conduce hasta el habitaculo de la criatura. Franko B. está arrinconado en el suelo, desnudo, maquillado de blanco, con una especie de casquete sombrero de grandes pétalos. Como una flor-hombre-perro. Y nada más. Cuando se abre la puerta de un ascensor, el enfermero viene a indicarte que te marches.
Teatro en lata
Bien distinto es el espectáculo que dan los polacos, Akademia Ruchu, en la escena de la Sala Cuarta Pared. Una sugerente imagen inicial de cinco actores encapuchados, sentados en círculo en torno al aspa de un gran ventilador en acción, da pie a una serie de acciones repetidas delante de una pantalla, donde se proyectan aforismos con mensaje, (por supuesto, en lengua inglesa), durante unos diez minutos, al son de una ruidosa y machacona música disco que impregna toda la representación. Dos o tres acciones caprichosas más, se repiten incansablemente durante unos diez minutos cada una. Afortunadamente el espectáculo no rebasa la hora de duración. Además, no salen a saludar.
Hay algo profundamente patético en este grupo de actores maduros, que se entregan a un juego de despropósitos escénicos juveniles y desfasados, impropios de su edad, y de una supuesta trayectoria escénica que les imprime su edad. Es como si un conjunto de cámara de cinco virtuosos de la música clásica, ante el paro y la crisis laboral, decidieran montar un grupo de "rap" para actuar por las calles y sacarse unas perras. Para más inri, actuan con la música grabada. Si éste es el teatro de vanguardia que Polonia puede exportar 20 años después de Tadeusz Kantor, muy mal debe estar este país con una tradición teatral tan importante. Hubiera sido más apropiado programarlo como animación de una discoteca de la periferia, que en el seno de un escenario.
Escena contemporánea. "Clinic. Exit". Akademia Ruchu. País: Polonia. Sala Cuarta Pared. 24-1-2002.
Uno de los objetivos de la escena de vanguardia ha sido el de crear imágnes que tuviesen la fuerza suficiente como para dar la vuelta al mundo por las portadas de todos los periódicos. Una imagen impactante, sugestiva, simbólica, que sea capaz de despertar el interés del espectador. El teatro como un cartel viviente.
Franko B. consigue este objetivo con su presencia sangrante, abriendo la II edición de Escena Contemporánea, delante de todas las cámaras. Identifica la obra de arte con su cuerpo, sobre el que ejerce punciones, y con el que representa desnudo -todo maquillado de blanco- cierto tipo de criaturas oníricas. Su trabajo se inserta en lo que se conoce como "Body art", en esta jerga anglosajona, que nos ha venido impuesta por los circuitos domesticados del arte contemporáneo.
En "Actión 298" el italiano residente en Londres, Franko B. no utiliza la sangre como reclamo. El público, en grupos de 25, son obligados a descalzarse y dejar sus abrigos, y pasar a una especie de sala de espera de ambulatorio o de estación de autobuses. Hay que tomar un número -como en la cola de las chacinas- para poder entrar a la caseta de feria a ver el monstruo. Aquí está lo más interesnate de este "performance". Los asistentes comienzan a relacionarse entre ellos, aburridos de esperar a que pase algo ante sus narices. Cuando te toca el turno, un enfermero con bata blanca te conduce hasta el habitaculo de la criatura. Franko B. está arrinconado en el suelo, desnudo, maquillado de blanco, con una especie de casquete sombrero de grandes pétalos. Como una flor-hombre-perro. Y nada más. Cuando se abre la puerta de un ascensor, el enfermero viene a indicarte que te marches.
Teatro en lata
Bien distinto es el espectáculo que dan los polacos, Akademia Ruchu, en la escena de la Sala Cuarta Pared. Una sugerente imagen inicial de cinco actores encapuchados, sentados en círculo en torno al aspa de un gran ventilador en acción, da pie a una serie de acciones repetidas delante de una pantalla, donde se proyectan aforismos con mensaje, (por supuesto, en lengua inglesa), durante unos diez minutos, al son de una ruidosa y machacona música disco que impregna toda la representación. Dos o tres acciones caprichosas más, se repiten incansablemente durante unos diez minutos cada una. Afortunadamente el espectáculo no rebasa la hora de duración. Además, no salen a saludar.
Hay algo profundamente patético en este grupo de actores maduros, que se entregan a un juego de despropósitos escénicos juveniles y desfasados, impropios de su edad, y de una supuesta trayectoria escénica que les imprime su edad. Es como si un conjunto de cámara de cinco virtuosos de la música clásica, ante el paro y la crisis laboral, decidieran montar un grupo de "rap" para actuar por las calles y sacarse unas perras. Para más inri, actuan con la música grabada. Si éste es el teatro de vanguardia que Polonia puede exportar 20 años después de Tadeusz Kantor, muy mal debe estar este país con una tradición teatral tan importante. Hubiera sido más apropiado programarlo como animación de una discoteca de la periferia, que en el seno de un escenario.
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