"Las chicas de Essex". De Rebecca Prichard. Yacer Teatro. Dirección: Pablo Calvo. Escenografía: Pedro Morales. Música original: Los Enemigos. Reparto: Imelda Casanova, Ledicia Sola, Eugenia San Martín, Ruth Salas. Carmen Menager... Madrid. Sala Cuarta Pared.
Hay una nueva hornada de jóvenes autores británicos que se han estrenado recientemente en los escenarios madrileños. Cultivan una suerte de realismo sucio y solidario, que desciende a los suburbios de la gran ciudad y nos muestra una radiografía desesperanzada de las clases sociales más vulneradas por el "neoliberalismo económico". Esta tendencia teatral puede ilustrarse fácilmente con referentes cinematográficos más cercanos, gravitarían entre la gracia de "Full Monty" y la amargura de los filmes de Ken Loach. Por otra parte, hay que celebrar la sana incorporación del descaro sexual, fresco y estimulante.
El montaje de "Yacer teatro" capta muy bien este aire de "suburbios" amargos que respira la obra; es acertada la incorporación de un grupo musical como "Los enemigos", que se embarcan en el pionero oficio de componer música para teatro; debía cundir el ejemplo. La escenografía, las jóvenes actrices, y el trabajo de dirección tienen un estilo, pero, en realidad, según avanza la representación, se comprueba lamentablemente, que lo que ocurre en escena no se traspasa al público, que permanece frío durante toda la representación.
El texto adolece de dramaticidad global. Se trata de dos obritas, que en realidad podrían ser la transcripción de dos improvisaciones escenificadas de escuela. Falta autoría, falta mirada, falta voz, y sobre todo falta acción; me refiero a la escritura del texto, y probablemente a su traducción. También se echa en falta una mayor concreción y coherencia de las intenciones del montaje. Intentando re-localizar el conflicto, a la par de mantener identidades y espacios británicos, las chicas de Essex terminan siendo las chicas de ninguna parte, y probablemente por eso interesen mucho menos al respetable.
Hay que destacar el trabajo de Imelda Casanova en el papel de Diane, y la genuina gracia de Eugenia San Martín (un físico singular) en el de Karen.
Hay una nueva hornada de jóvenes autores británicos que se han estrenado recientemente en los escenarios madrileños. Cultivan una suerte de realismo sucio y solidario, que desciende a los suburbios de la gran ciudad y nos muestra una radiografía desesperanzada de las clases sociales más vulneradas por el "neoliberalismo económico". Esta tendencia teatral puede ilustrarse fácilmente con referentes cinematográficos más cercanos, gravitarían entre la gracia de "Full Monty" y la amargura de los filmes de Ken Loach. Por otra parte, hay que celebrar la sana incorporación del descaro sexual, fresco y estimulante.
El montaje de "Yacer teatro" capta muy bien este aire de "suburbios" amargos que respira la obra; es acertada la incorporación de un grupo musical como "Los enemigos", que se embarcan en el pionero oficio de componer música para teatro; debía cundir el ejemplo. La escenografía, las jóvenes actrices, y el trabajo de dirección tienen un estilo, pero, en realidad, según avanza la representación, se comprueba lamentablemente, que lo que ocurre en escena no se traspasa al público, que permanece frío durante toda la representación.
El texto adolece de dramaticidad global. Se trata de dos obritas, que en realidad podrían ser la transcripción de dos improvisaciones escenificadas de escuela. Falta autoría, falta mirada, falta voz, y sobre todo falta acción; me refiero a la escritura del texto, y probablemente a su traducción. También se echa en falta una mayor concreción y coherencia de las intenciones del montaje. Intentando re-localizar el conflicto, a la par de mantener identidades y espacios británicos, las chicas de Essex terminan siendo las chicas de ninguna parte, y probablemente por eso interesen mucho menos al respetable.
Hay que destacar el trabajo de Imelda Casanova en el papel de Diane, y la genuina gracia de Eugenia San Martín (un físico singular) en el de Karen.
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