"Wagadú. Cuentos y leyendas de Africa". Teatro de la Cucaña. Dirección, dramaturgia y espacio: José Ortega. Actores/musicos/bailarines: Mª josé Sarrate, Giovanny Holguín. Nagot Picón. Vestuario y atrezzo: Ana Llena. Iluminación: Jesús Domínguez. Compañía Laví e Bel. Madrid. Sala Triangulo.
Africa late en nuestra memoria desde siempre. Los cromos del chocolate nos acercaban a sus fieras y a sus gentes. En Africa se encierra una idea de infancia, que tiene que ver con la bondad. En el año 2000 cada vez oímos hablar más de África, porque está emigrando a Europa. En el dolor del exiliado se abrillanta nuestra doble mala conciencia: por un lado, la injusticia y la vergüenza de esta nueva "trata de esclavos"; y por otro, el ideal de la infancia traicionado, vejado y humillado por encarnar la belleza y la ingenuidad. Los africanos que han sido capaces de sobrevivir en el interior de las selvas, caen a muerte en nuestras ciudades, y en el fondo del mar o del océano.
Por todo esto es oportuno este montaje de "Wagadú", porque que el teatro español piense en Africa, y reflexione en voz alta sobre las bondades de la extrema naturaleza, y el dolor de la ingenuidad, es poner buen abono en el jardín de nuestra memoria cívica. El director Pepe Ortega realiza un espectáculo lleno de aciertos y felices hallazgos escénicos. "Wagadú" enhebra una serie de cuentos de Africa, en torno a la música y el baile; dos buenas vías para aproximarse a la buscada negritud del espectáculo. Ritmos, canciones y coreografías frenéticas, llenan de teatralidad el montaje, con música y danzas ejecutadas por sus tres brillantes intérpretes.
El discurso plástico de Wagadú es toda una lección del valor dramático que pueden alcanzar los objetos en una representación dramática. Ana Llena realiza un vestuario sobresaliente y unos artefactos metálicos, resueltos con enorme ingenio y gran belleza plástica, a base de tapaderas metálicas; peces, pájaros, totemes, escudos, máscaras, arcos de entrada..., todo refulge en esta minimalista escena de homenaje a Africa. Esta riqueza de atrezzo, le da un carácter escultórico a la representación, que acentúa su africanismo.
Sin embargo, hay algo en "Wagadú" que no termina de funcionar. Para ser un espectáculo tan brillante, produce cierta pesadez en la atención del público: ¿qué quiere contar?; ¿de qué se vale para hacerlo?; ¿cómo con tan ricos elementos se puede fraguar un espectáculo tan dinámico como lleno de tristeza? Falta luminosidad, falta sensualidad, falta desnudez, falta dar forma carnal al gran cuerpo deseado y sensual de Africa.
En cualquier caso, hay que destacar la valiosa profesionalidad de los integrantes de esta compañía, y la gran originalidad de su trabajo. Que ninguno de los tres intérpretes sea realmente africano, convierte a la representación en una suerte de hermoso homenaje al herido continente negro.
Africa late en nuestra memoria desde siempre. Los cromos del chocolate nos acercaban a sus fieras y a sus gentes. En Africa se encierra una idea de infancia, que tiene que ver con la bondad. En el año 2000 cada vez oímos hablar más de África, porque está emigrando a Europa. En el dolor del exiliado se abrillanta nuestra doble mala conciencia: por un lado, la injusticia y la vergüenza de esta nueva "trata de esclavos"; y por otro, el ideal de la infancia traicionado, vejado y humillado por encarnar la belleza y la ingenuidad. Los africanos que han sido capaces de sobrevivir en el interior de las selvas, caen a muerte en nuestras ciudades, y en el fondo del mar o del océano.
Por todo esto es oportuno este montaje de "Wagadú", porque que el teatro español piense en Africa, y reflexione en voz alta sobre las bondades de la extrema naturaleza, y el dolor de la ingenuidad, es poner buen abono en el jardín de nuestra memoria cívica. El director Pepe Ortega realiza un espectáculo lleno de aciertos y felices hallazgos escénicos. "Wagadú" enhebra una serie de cuentos de Africa, en torno a la música y el baile; dos buenas vías para aproximarse a la buscada negritud del espectáculo. Ritmos, canciones y coreografías frenéticas, llenan de teatralidad el montaje, con música y danzas ejecutadas por sus tres brillantes intérpretes.
El discurso plástico de Wagadú es toda una lección del valor dramático que pueden alcanzar los objetos en una representación dramática. Ana Llena realiza un vestuario sobresaliente y unos artefactos metálicos, resueltos con enorme ingenio y gran belleza plástica, a base de tapaderas metálicas; peces, pájaros, totemes, escudos, máscaras, arcos de entrada..., todo refulge en esta minimalista escena de homenaje a Africa. Esta riqueza de atrezzo, le da un carácter escultórico a la representación, que acentúa su africanismo.
Sin embargo, hay algo en "Wagadú" que no termina de funcionar. Para ser un espectáculo tan brillante, produce cierta pesadez en la atención del público: ¿qué quiere contar?; ¿de qué se vale para hacerlo?; ¿cómo con tan ricos elementos se puede fraguar un espectáculo tan dinámico como lleno de tristeza? Falta luminosidad, falta sensualidad, falta desnudez, falta dar forma carnal al gran cuerpo deseado y sensual de Africa.
En cualquier caso, hay que destacar la valiosa profesionalidad de los integrantes de esta compañía, y la gran originalidad de su trabajo. Que ninguno de los tres intérpretes sea realmente africano, convierte a la representación en una suerte de hermoso homenaje al herido continente negro.
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