"Madre, el drama padre". De Enrique Jardiel Poncela. Dirección: Sergi Belbel. Reparto: Blanca Portillo. Chema de Miguel. Gonzalo de Castro. Pau Durá. Cristina Pons. Toni Misó. Nicolás Vega. Francesca Piñón. Chisco Amado. Nuria Mencía. Carlos Santos. Paco León. Cynthia Martín. Goizalde Núñez... Escenografía: Max Glaenzel/Estel Cristiá. Vestuario: Javier Artiñano. Música: Albert Guinovart. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Madrid. Centro Dramático Nacional. Teatro de La Latina. 3-7-2001.
Los actos de celebración del centenario del nacimiento de Jardiel, servirán -entre otras cosas- para rescatar del olvido a "Madre, el drama padre", una de sus obras más brillantes y menos conocidas. Esta sátira contra los dramones folletinescos, (que tanto éxito tuvieron posteriormente en los seriales radiofónicos, y en los culebrones televisivos,) le sirve a Jardiel para elaborar una comedia disparatada de una inteligencia supina en los diálogos, y que tiene el mérito de contener uno de los personajes jardielescos más logrados: Maximina Baselgo, una especie de Mata-Hari castiza del barrio de Pozas, que con su ajetreada vida sexual, da origen a este "drama padre" que afecta a todos los personajes de la obra.
El teatro de Jardiel se basa en una situación aparentemente convencional, pero que según se desarrolla, va mostrando todos los entresijos delirantes de la vida cotidiana, entre familias de alta arcunia de la más rancia sociedad española. Sus personajes no son de un gran peso sicológico, sino más bien una "caja de frases ingeniosas" que sirven para apuntalar una situación desquiciada y por tanto humorística y satírica. Maximina, la madre de este drama padre, es la versión femenina española de Don Juan en el teatro jardielesco. La buena señora nació con "sex-appeal" y, ya desde niña, se le pegaban todos los muchachos en el colegio. Con los años, su "gretagarbismo" no hizo más que seguir creciendo, y con él, el número de sus hijos. Jardiel mima las rarezas de su personaje, como si él mismo le hiciera el amor, hasta lograr una deliciosa vampiresa olvidadiza, que sufre ataques de risa cuando algo se interpone en su camino.
En el montaje del C.D.N. Blanca Portillo interpreta en verdadero "estado de gracia" a Maximina Baselgo, alcanzando los más altos registros cómicos y artísticos que puedan imaginarse del teatro de Jardiel. La riqueza de su interpretación no sólo llena el escenario, sino que eleva la temperatura de la relación del público con una actriz, algo que hacía mucho tiempo no sucedía con esta intensidad en un teatro madrileño. La Portillo modula su voz y su prosodia, como usa el látigo un domador de leones. La precisión del gesto, el movimiento, el vestuario y hasta del mismo maquillaje, hacen de Blanca Portillo una primera dama teatral, como las de antaño. Es sin duda la mejor actriz teatral de su generación, y su presencia debería ser imprescindible en los más altos proyectos que afronte el nuevo teatro español. El público necesita de la magia de su arte interpretativo.
Belbel ha tratado la representación como si fuera una película en blanco y negro de las que tanto le gustaban a Jardiel. Esta especie de vuelta de tuerca estética resulta eficaz para el abigarrado mosaico jardielesco de mas de quince personajes, permitiendo que brille la chispeante e inteligente palabra del autor. Por otra parte, el director ha incoporado un subrayado musical melodramático, para distanciarse de las partes más sentimentales del argumento. La representación avanza con gran fluidez (a pesar de su larga duración) defendida por un elenco eficiente, aunque excesivamente juvenil (¿acaso no quedan actores de la edad de los personajes, dignos de ser contratados por el CDN?). Pau Durá, Cristina Pons, Chema de Miguel y Toni Misó destacan sus buenas cualidades interpretativas en esta ceremonia de la risa inteligente, que supone toda obra de Enrique Jardiel Poncela.
Los actos de celebración del centenario del nacimiento de Jardiel, servirán -entre otras cosas- para rescatar del olvido a "Madre, el drama padre", una de sus obras más brillantes y menos conocidas. Esta sátira contra los dramones folletinescos, (que tanto éxito tuvieron posteriormente en los seriales radiofónicos, y en los culebrones televisivos,) le sirve a Jardiel para elaborar una comedia disparatada de una inteligencia supina en los diálogos, y que tiene el mérito de contener uno de los personajes jardielescos más logrados: Maximina Baselgo, una especie de Mata-Hari castiza del barrio de Pozas, que con su ajetreada vida sexual, da origen a este "drama padre" que afecta a todos los personajes de la obra.
El teatro de Jardiel se basa en una situación aparentemente convencional, pero que según se desarrolla, va mostrando todos los entresijos delirantes de la vida cotidiana, entre familias de alta arcunia de la más rancia sociedad española. Sus personajes no son de un gran peso sicológico, sino más bien una "caja de frases ingeniosas" que sirven para apuntalar una situación desquiciada y por tanto humorística y satírica. Maximina, la madre de este drama padre, es la versión femenina española de Don Juan en el teatro jardielesco. La buena señora nació con "sex-appeal" y, ya desde niña, se le pegaban todos los muchachos en el colegio. Con los años, su "gretagarbismo" no hizo más que seguir creciendo, y con él, el número de sus hijos. Jardiel mima las rarezas de su personaje, como si él mismo le hiciera el amor, hasta lograr una deliciosa vampiresa olvidadiza, que sufre ataques de risa cuando algo se interpone en su camino.
En el montaje del C.D.N. Blanca Portillo interpreta en verdadero "estado de gracia" a Maximina Baselgo, alcanzando los más altos registros cómicos y artísticos que puedan imaginarse del teatro de Jardiel. La riqueza de su interpretación no sólo llena el escenario, sino que eleva la temperatura de la relación del público con una actriz, algo que hacía mucho tiempo no sucedía con esta intensidad en un teatro madrileño. La Portillo modula su voz y su prosodia, como usa el látigo un domador de leones. La precisión del gesto, el movimiento, el vestuario y hasta del mismo maquillaje, hacen de Blanca Portillo una primera dama teatral, como las de antaño. Es sin duda la mejor actriz teatral de su generación, y su presencia debería ser imprescindible en los más altos proyectos que afronte el nuevo teatro español. El público necesita de la magia de su arte interpretativo.
Belbel ha tratado la representación como si fuera una película en blanco y negro de las que tanto le gustaban a Jardiel. Esta especie de vuelta de tuerca estética resulta eficaz para el abigarrado mosaico jardielesco de mas de quince personajes, permitiendo que brille la chispeante e inteligente palabra del autor. Por otra parte, el director ha incoporado un subrayado musical melodramático, para distanciarse de las partes más sentimentales del argumento. La representación avanza con gran fluidez (a pesar de su larga duración) defendida por un elenco eficiente, aunque excesivamente juvenil (¿acaso no quedan actores de la edad de los personajes, dignos de ser contratados por el CDN?). Pau Durá, Cristina Pons, Chema de Miguel y Toni Misó destacan sus buenas cualidades interpretativas en esta ceremonia de la risa inteligente, que supone toda obra de Enrique Jardiel Poncela.
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