"Sexual perversity in Chicago”. De David Mamet. Dirección: Cristobal Anaga. Reparto: María Apodaca. Óscar González. Cristobal Anaga. Susana Monje. Escenografía y vestuario: Ana Ruiz de Apodaca. Iluminación: Alfonso Postigo. Madrid. Sala Triángulo. 26-4-2002.
El universo dramático del norteamericano David Mamet tiene un aroma urbano heredado de las fotografías de Walker Evans y las pinturas de Edward Hopper, o del teatro realista de Arthur Miller. Su teatro podría tildarse de continuador de ese género genuinamente americano, apegado al realismo, observado con mirada de taxidermista. La ciudad es el escenario principal de sus obras, porque es en el entorno urbano donde se viven hoy los conflictos capitales de nuestro tiempo. Las novelas de Paul Auster, los relatos de Raymond Carver, ciertas películas de Robert Alman coinciden con las coordenadas de esta mirada escéptica, irónica y amarga sobre nuestro tiempo. No están demasiado orgullosos de sus vidas los personajes de Mamet, no están muy de acuerdo con cómo tienen que sufrir en su trabajo por la subsistencia diaria, y a la hora de resolver sus necesidades íntimas y afectivas.
Estos seres imperfectos mametianos ya son bien conocidos por el público madrileño. El suyo es un teatro de texto que desentraña las monstruosidades de la vida cotidiana en las grandes urbes. Esta afinidad del dramaturgo con su tiempo le pone en el punto de mira de los intereses del público, que busca antes que nada, la identificación con lo que sucede en escena.
La compañía Extrema arte realiza una pulcra puesta en escena de la obra de este consagrado autor estadounidense. Su espacio escénico es sencillo, sus actuaciones son sobrias y precisas, con la intención de servir el verbo del dramaturgo en toda su pureza expresiva. Mamet explora bajo este truculento título las relaciones entre hombres y mujeres en el ámbito del trabajo y en el entorno privado, en torno a la amistad y los amores de Deborah y Danny, Bernie y Joan. María Apodaca da vida a la protagonista de esta historia desatando toda su sensualidad y belleza sobre la escena. Oscar González es su amante crítico en este argumento de personajes desencontrados con su entorno cotidiano y afectivo. Susana Monje, con un raro y morboso magnetismo interpreta a Joan, un personaje opaco y realista. Y Cristobal Anaga, que firma también la dirección del espectáculo, se encarga de dar vida al irónico Bernie, un macho escéptico que duda que las mujeres se hayan inventado para algo más que para dar placer a los hombres en la cama.
Entre todos sirven una representación muy acorde con el espíritu de la obra de Mamet, de una ajustada y rodada precisión en sus engranajes escénicos y dramáticos. El tiempo vuela contemplando el buen hacer de estos cómicos comprometidos con la palabra teatral que fija y refleja la suburbial odisea de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
El universo dramático del norteamericano David Mamet tiene un aroma urbano heredado de las fotografías de Walker Evans y las pinturas de Edward Hopper, o del teatro realista de Arthur Miller. Su teatro podría tildarse de continuador de ese género genuinamente americano, apegado al realismo, observado con mirada de taxidermista. La ciudad es el escenario principal de sus obras, porque es en el entorno urbano donde se viven hoy los conflictos capitales de nuestro tiempo. Las novelas de Paul Auster, los relatos de Raymond Carver, ciertas películas de Robert Alman coinciden con las coordenadas de esta mirada escéptica, irónica y amarga sobre nuestro tiempo. No están demasiado orgullosos de sus vidas los personajes de Mamet, no están muy de acuerdo con cómo tienen que sufrir en su trabajo por la subsistencia diaria, y a la hora de resolver sus necesidades íntimas y afectivas.
Estos seres imperfectos mametianos ya son bien conocidos por el público madrileño. El suyo es un teatro de texto que desentraña las monstruosidades de la vida cotidiana en las grandes urbes. Esta afinidad del dramaturgo con su tiempo le pone en el punto de mira de los intereses del público, que busca antes que nada, la identificación con lo que sucede en escena.
La compañía Extrema arte realiza una pulcra puesta en escena de la obra de este consagrado autor estadounidense. Su espacio escénico es sencillo, sus actuaciones son sobrias y precisas, con la intención de servir el verbo del dramaturgo en toda su pureza expresiva. Mamet explora bajo este truculento título las relaciones entre hombres y mujeres en el ámbito del trabajo y en el entorno privado, en torno a la amistad y los amores de Deborah y Danny, Bernie y Joan. María Apodaca da vida a la protagonista de esta historia desatando toda su sensualidad y belleza sobre la escena. Oscar González es su amante crítico en este argumento de personajes desencontrados con su entorno cotidiano y afectivo. Susana Monje, con un raro y morboso magnetismo interpreta a Joan, un personaje opaco y realista. Y Cristobal Anaga, que firma también la dirección del espectáculo, se encarga de dar vida al irónico Bernie, un macho escéptico que duda que las mujeres se hayan inventado para algo más que para dar placer a los hombres en la cama.
Entre todos sirven una representación muy acorde con el espíritu de la obra de Mamet, de una ajustada y rodada precisión en sus engranajes escénicos y dramáticos. El tiempo vuela contemplando el buen hacer de estos cómicos comprometidos con la palabra teatral que fija y refleja la suburbial odisea de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
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