lunes, 21 de junio de 2010

EL NACIMIENTO DE UN CISNE


“Don Juan Tenorio”. De José de Zorrilla. Sobre escenografía y figurines de Salvador Dalí. Versión y Dirección: Ángel Fernández Montesinos. Reparto: Pep Munné. Yolanda Ulloa. Paco Casares. Manuel Navarro. Natalia Barceló. Janfri Topera. Chema de Miguel Bilbao. Marisol Ayuso. Música: Joan Valent. Escenografía: W. Burman. Vestuario: Pedro Moreno. Coreografía: Arnold Taraborrelli. Madrid. Teatro María Guerrero.

José Zorrilla es el autor español más estrenado en los teatros públicos. Su ripiosa versión de “El burlador de Sevilla” del gran Tirso de Molina se convirtió en un rotundo fracaso desde el día de su estreno. El mismo Zorrilla vendió su obra a un histriónico actor de la provincia de Murcia, que vio en ese alarde de ahuecada teatralidad de macho hispánico, un modelo ideal para lucir sus anquilosados talentos interpretativos. El Tenorio de Zorrilla es puro alarde y fanfarronería, enmarcado en alcázares de perlas sevillanos. La obra parece escrita de un tirón por un impulso irresistible de su autor que tenía mucho arte en parir versos, como un trovero de las clases elevadas. No hay apenas nada de razón en el proceso del Tenorio de Zorrilla, por eso, siempre parece antiguo, ahuecado, retórico, como si estuviésemos asistiendo al simulacro de una pasión.
El Centro Dramático Nacional inaugura un nuevo género de espectáculos, el de la museografía escénica, reponiendo la obra con el decorado y los figurines que Salvador Dalí realizara para el montaje de Luis Escobar en el mismo teatro en 1949. A partir de ahora, podrán plantearse los teatros públicos reponer la “Yerma” de Lorca, que estrenara Margarita Xirgú, con decorados de José Caballero, el “Parade” de Picasso para los Ballets Rusos de Diaghilev…
Por estar vivo y dirigirse tanto a la razón como a los sentidos de sus espectadores, el teatro siempre debe ser un compromiso con el presente, porque nace ante el público, aquí y ahora, y no hace cincuenta años.
El montaje de Fernández Montesisnos está muy interesado en destacar la belleza de aquella memorable puesta en escena. Los grandes telones de Dalí son sugerentes, mágicos y misteriosos. Alcanzan su mayor potencia escénica en las transiciones, cuando los oídos descansan de los ripios zorrillescos. En la referencial escena del sofá todo es muy, muy bonito. El Guadalquivir de Dalí, recoloreado con efectistas lucecitas internas; el cisne de cola roja donde los enamorados se “dan el lote”, al son de una bella musiquita atmosférica…
En todo caso, este nuevo estreno del “Don Juan Tenorio” resultó histórico, por el nacimiento de una gran primera actriz, Yolanda Ulloa, que comunicó profundamente con el público desde su trono natural del María Guerrero. La bellísima y madura actriz, transmite una fuerza interior a su interpretación, que arrastra al público tras ella con una fascinación inmediata. La majestad de su figura y el portentoso dominio de su voz la convierten en una diva desde su primer gran estreno. El público arreció en aplausos cuando asomó a proscenio Yolanda Ulloa, consagrándola automáticamente como una de las suyas. Con toda la numerosa compañía en escena, el teatro se puso en pie, aplaudiendo tan histórica puesta en escena.

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