sábado, 26 de junio de 2010

EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS


"Zensation”. El Gran Circo Nacional chino. Madrid.

Las secretas raíces del misterioso y perfecto circo chino se hunden profundamente en el tiempo, hasta imbricarse en el espíritu del confucianismo, un canon moral donde la perfección no era una falacia. Para los chinos, el arte, como la vida, vienen de antiguo, y hay que reconocerse humildemente ante los antepasados, superando el mérito del legado recibido.
El gran Circo Nacional chino -que felizmente visita nuestro país, desde hace meses- es una buena prueba de lo profundos que son los pilares sobre los que se sustenta el sabio arte de los chinos. Ni habiéndoles conseguido meter en el corsé del dudoso y esteticista formato “Circo de Soleil”, los artífices chinos pierden un ápice de su categoría de maestros inventores del género. Ni la indefinida y amable banda sonora que acompaña el espectáculo, ni la iluminación artificiosa y sicodélica del escenario, benefician la calidad mayestática del trabajo de estos altísimos intérpretes circenses.
Los números acrobáticos -ejecutados por los hombres- son de una estirpe osada y fascinante, por su perfección técnica, y el reto de alcanzar el “Más difícil todavía” que alienta, como latido, el furioso ritmo del circo. Por su parte, los números femeninos devienen enormemente sugestivos y mágicos, sin perder un ápice de virtuosismo físico. La bailarina de candelabros, lámpara viviente, contorsionista del arco iris, seduce al público, que se adentra por una vereda fantástica y onírica, desatando su emoción, hasta implicarse plenamente en el devenir de este apasionante espectáculo.
“Zensation” del Circo Nacional chino es uno de los mejores circos que se han visto nunca en España. Ningún aficionado a las artes escénicas debería perdérselo, ni dejar pasar la oportunidad de que sus hijos comiencen a soñar con mundos fantásticos que sólo existen en el circo. El viaje por el que nos llevan esta genial compañía circense, atraviesa un país de las maravillas, donde se reverencia con profundidad, el arte de dar vida y forma a la belleza de lo imposible. Representan sueños sublimes en escena.
En manos de estos artistas, los objetos dejan de ser atrezo, para convertirse en presencias mágicas: jardín de lotos con platillos girando, como mariposas o libélulas del sueño verde. Equilibristas sobre sillas y bancos, formando torres humanas de florida majestad. Amantes que vuelan literalmente su pasión, en un virtuoso vals centrífugo por los cielos del circo. Poesía y filosofía del músculo, que deviene más que danza, porque se trata de una ceremonia de la perfección del cuerpo y el reto escénico. La excitación del espectador ante la dificultad progresiva de los números alimenta ese estimulante “pasarlo mal”, que conlleva la emoción circense. También el humor está en la escena, sobre todo en una brillante parodia de los números de fieras de los viejos circos, efectuada con acróbatas disfrazados de leones. Las escenas de artes marciales que trufan el espectáculo, traen a escena con estos combates, otra de las manifestaciones más espectaculares del viejo oriente, y que tanto excita al público presente. Un virtuoso y espectacular número de bicicletas concluye el espectáculo, desatando el aplauso largo y caluroso de un público agradecido y emocionado.

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