domingo, 20 de junio de 2010

LA REINA DE ULTRAMAR


“La casa de los siete balcones”. De Alejandro Casona. Dirección: Ángel Fernández Montesinos. Reparto: Maria Fernanda D’Ocón. Vicente Camacho. Amparo Pamplona. Carlos M. Díaz. Francisco Piquer. Marisa Segovia. María Felices. L. M. Espino. Figurines: León Revuelta. Escenografía: Alfonso Barajas. Madrid. Centro Cultural de la Villa. 20-1-2004

El dramaturgo español Alejandro Casona mantuvo en pie hasta el final de su obra, la máxima que le recomendó Benavente: “Procure ser joven el mayor tiempo posible”. La recomendación de Don Jacinto evidencia el mayor mérito y la mayor debilidad del teatro de Casona: su idealismo poético. Igual que a Genoveva, la protagonista de “La casa de os siete balcones” Casona “tachaba” de su realidad dramática todo el naturalismo que enganchaba para la escena -como una red de arrastre- los más sucios conflictos de la realidad, en beneficio de lo fantástico, de lo sobrenatural, de la bondad poética del arte, que está por encima de otras suciedades del mundo.
En “La casa de los siete balcones”, una de sus últimas obras, el autor sitúa la acción dramática en una noble casona del norte, cercana al mar, donde los vivos conservan contacto con los fantasmas de sus antepasados, que pululan por el antiguo hogar. Los malos de la historia no pueden soñar, sólo piensan en el sexo y en el dinero, y para conseguirlo están decididos a acabar con los más débiles, los soñadores.
Un viudo arruinado convive con su hijo mudo y su cuñada en el hogar de la familia de su esposa muerta. Una dura y terrible “ama de llaves” que le calienta la cama al Amo será la encargada de traer a escena todos los males del mundo temporal. Por el contrario, el personaje de Genoveva, la cuñada vieja y solterona que espera una carta de ultramar, es una suerte de Doña Rosita la soltera que lleva toda la vida preparándose para el amor. Maria Fernanda D’Ocón la interpreta con toda su sabiduría ancestral.
En un bonito decorado de Alfonso Barajas, que fue aplaudido nada más abrirse la cortina, Ángel F. Montesinos dirige esta “comedia dramática” como un cofrecito rebosante de emociones, que representa una manera de entender el teatro y el mundo, bastante desfasada. La moraleja de Casona, de tan feroz y contraria a sus ideales, deviene candorosa e ingenua: los malos ganan; los soñadores mueren o viajan sin regreso al manicomio. El director se vale de los hermosos parlamentos poéticos del autor y de las claras situaciones dramáticas en que los sitúa, para lograr una pieza efectista, llena de afectada emotividad.
Francisco Piquer interpreta con mesura y autoridad al íntegro doctor que visita la casa. El joven Vicente Camacho da vida al hipersensible hijo autista que no tiene voz, pero sí mucha imaginación y pura bondad. Amparo Pamplona invierte todos sus talentos escénicos en construir un ama de llaves malísima y astuta que consigue salirse con la suya, y Carlos Manuel Díaz da vida al complejo y contradictorio Ramón, viudo y padre del muchacho silencioso.
El público del estreno ovacionó el buen hacer de toda la compañía, y especialmente a María Fernanda D’Ocón, siempre bienvenida sobre las tablas de un teatro.

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