sábado, 26 de junio de 2010

LAS VERDADES DE LA TIERRA


"Las guerras de nuestros antepasados”. De Miguel Delibes. Dirección: José Sámano. Versión: Miguel Delibes/Ramón García. Reparto: Manuel Galiana. Juan Jesús Valverde. Escenografía: Rafael Palmero. Iluminación: Juan G. Cornejo. Madrid. Teatro Real Cinema. 27-3-03.

Miguel Delibes tiene un ojo mirífico para detectar el material humano con que construye sus obras. Este narrador aparentemente sencillo, alcanza con tanta certeza la esencia de la conducta humana, como si detectara con una horquilla de madera donde se esconde el agua bajo la tierra yerma. Delibes escribe con la verdad de la tierra y los manantiales, sin ambigüedades: o es terrón, o es acequia; que es algo así como llamar al pan y al vino por sus respectivos nombres. No se bebe con las muelas, como no se mastica con la lengua, parecen decirnos sus sabios personajes, impregnados de un sentido común y una sabiduría popular harto compleja.
Pacífico Pérez es un personaje teatral fascinante, aunque naciera en el interior de una novela. El protagonista de “Las guerras de nuestros antepasados”, (otra especie de Pascual Duarte,) de tan puro sencillo e instintivo, es todo un símbolo a contracorriente de nuestro mundo civilizado. A la manera cervantina, el hombre que sólo dice la verdad, se convierte en el más osado y temerario de los ciudadanos. Pacífico ha cometido un crimen, y por eso está en la cárcel. Pero mata, no asesina, como pueden hacerlo los lobos o las águilas, simplemente porque está en su instinto y lo necesita para su supervivencia.
El autor no sólo recupera un lenguaje del campo a punto de extinguirse, sino que pone al personaje en una riquísima sucesión de acontecimientos, que nos hacen comprender y conmovernos con la vida y la certera filosofía rústica de Pacífico, aunque la muerte se cruce fatalmente en su biografía. Rememorando la historia de una familia castellana donde conviven hijos, padres, abuelos y bisabuelos, se reconstruyen dos siglos de vida política española y de guerras tanto carlistas, como africanas, o de la guerra civil española.
A diferencia de sus antepasados, la guerra que le toca vivir a Pacífico, es la del amor y el sexo libre, trufado con los sueños de comunas y de gozo sensual interminable que florecían en la pasada década de los sesenta. Será una mujer, su batalla perdida, el comienzo de su tragedia.
Manuel Galiana es responsable de esta mágica e inusual comunicación que se produce entre un actor, que con la palabra conmueve e interesa a un auditorio teatral. No tiene desperdicio. El gran actor realiza una interpretación antológica, llena de la misma vida, verdad y complejidad, que insuflan el hálito moral y la belleza de la obra de Miguel Delibes. La brillante actuación de Galiana no sólo merece ser reconocida con futuros premios, sino que el público no debería privarse de ella.
José Sámano dirige con buen pulso y tensión el espectáculo, en un sugerente espacio escénico semicircular de Rafael Palmero, y contando con el buen hacer de Juan Jesús Valverde, que interpreta al médico que da pie al intenso y conmovedor monólogo de Pacífico Pérez.
Galiana fue ovacionado por un público que sabe catar, reconocer y agradecer las mejores mieles teatrales.

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