domingo, 20 de junio de 2010

REVISITACIÓN DEL RIDÍCULO




“Proyecto Aldo Pastur”. De y dirigido por: Joaquín Ostrovsky. Reparto: Déborah Deneo. Luciano Medina. Ana Scarano. Composición musical e interpretación en escena: Mariano Casabella. Madrid. Sala Cuarta Pared.

Cuando los pesimistas acérrimos no tenían en su discurso teatral más tema que el fallecimiento del teatro, estaban obviando las necesidades que cada generación satisface a través del misterioso y evocador lenguaje teatral. Los jóvenes integrantes de la compañía Antimatiz Teatro vienen a demostrar que el teatro sigue siendo -por fortuna- legado de todas las generaciones.
El director-autor argentino Joaquín Ostrovsky se valió como carta de presentación en Madrid de un solvente montaje titulado “Kafka-Cabaret” que pudo verse, meses atrás, en la Sala Triángulo. Ahora llega a Cuarta Pared con “Proyecto Aldo Pastur”, un título semivacío de significado, pero que sin embargo, demuestra coherencia con este espectáculo tan raro como novedoso en la escena madrileña.
Cuando la famosa máxima derrotista “No queda nada que contar” se convierte en una filosofía antidramática vitalista, se asiste a los albores del nacimiento de un nuevo aliento teatral. Nada de lo que se ve ne escena en este espectáculo puede resultar impactante por sí mismo. La estética hortera de las tiendas de todo a cien, la vaciedad del discurso contemporáneo, y la desorientación de los nuevos ciudadanos, viene a demostrar que cuando todo parece haber terminado, sólo nos queda el teatro.
Ostrovsky posee instinto de la teatralidad. No ha dudado en incorporar a un músico en escena, que actúa durante casi toda la representación. Sus intérpretes tienen calidad y trabajan en registros antagónicos de gran efectividad. Quizás la rémora de esta puesta en escena (que combina la vulgaridad con la abstracción,) sea precisamente toda la evocación más o menos convencional de un crimen, un funeral y una madre muerta que se realiza en el último tramo de la representación.
No le vendría mal al joven director argentino, improvisar, divagar y crear sobre la obra de algún dramaturgo, aunque sólo fuera para convertir su propuesta en picadillo, porque le permitiría dotar de una columna vertebral a su interesante trabajo escénico, que se muestra, a veces, un tanto invertebrado.
El joven y numeroso público reunido estrenó nuevas formas de reír, disfrutar y aplaudir este espectáculo.


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