sábado, 26 de junio de 2010

TRÍPTICO DE LA ESPERANZA


"Noches de amor efímero”. De Paloma Pedrero. Dirección: Ernesto Caballero. Reparto: Diana Peñalver. Mariano Alameda. Lola Casamayor. Juan C. Talavera. Ana Otero. Nando González. Escenografía: Gerardo Trotti. Producción: Robert Muro. Vestuario: Elsa Mateu/Jorge Dutor. Madrid: Teatro Bellas Artes. 5-2-2003

Paloma Pedrero viene demostrando -desde hace décadas- un compromiso con el teatro, la causa de la mujer, y la escritura dramática. Hay que reconocerle la tenacidad y, en cierto modo, el abanderamiento de la causa de las dramaturgas en el teatro español. Pocas autoras han demostrado tanta tenacidad y fe en su discurso, como ella, convencida sensatamente de la riqueza que aporta a nuestro teatro la versión femenina de los hechos, para completar un panorama abarcado habitualmente por ojos y palabras de hombres.
“Noches de amor efímero” es una pieza escrita hace años, que ha sido representada en numerosas ocasiones en diferentes circuitos teatrales, y que alcanza con este estreno su escalafón más alto en el teatro profesional. La autora compone un tríptico de mujeres sorprendidas por la vida, en circunstancias no siempre favorables, pero no por ello insuperables. Una funcionaria del Ministerio de Cultura, una prostituta, y un ama de casa maltratada, comparten unas vidas alienantes y embrutecedoras, en las que el hecho de ser mujer deviene un factor determinante de sus conflictos.
El mérito de Paloma Pedrero no radica exclusivamente en la denuncia de estas vidas sesgadas de tres hembras, sino en el camino de esperanza que siembra ante ellas. Las situaciones en las que las coloca su autora, les abre nuevos caminos y perspectivas satisfactorias, de la mano –precisamente- de tres hombres nuevos, que habrán de transformar completamente sus maltratadas vidas. No hay en la obra maniqueísmo feminista, ni exorcismo al hombre culpable, sino una tesis constructiva y conciliadora, de que las relaciones entre mujeres y hombres pueden ser diferentes y mucho más gratificantes, si los miembros de la pareja se respetan y admiran recíprocamente.
El director Ernesto Caballero enriquece este tríptico de muñecas rotas con una limpia puesta en escena, que favorece la clarificación de las relaciones, y la perfecta comprensión por el público, de todos los matices que la obra encierra. Con cierta estilización escénica, (favorecida por una colorista escenografía simbólica de Gerardo Trotti) el director apuesta por un intenso trabajo interpretativo.
Diana Peñalver da personalidad, encanto y belleza a su personaje de ama de casa, que se encuentra “tirada” en un parque de barrio, donde se ha citado con su abogado, que a su vez se halla en crisis con su novia y consigo mismo. Lola Casamayor interpreta a la funcionaria con verdad y arraigo, desplegando potentes registros cómico-dramáticos. J. C. Talavera da vida al macarra con tanta lógica como terrenalidad. Mariano Alameda interpreta al guardia jurado enamorado de una puta, con ingenuidad y candor. Ana Otero y Nando González completan este friso de sentimientos humanos convergentes.
El público aplaudió largamente a la autora, el director y los intérpretes.

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