"La cruzada de los niños de la calle". De C. Barrionuevo. D. Espinoza. C. Jatahy. V. Viviescas. A. Vargas. I. Nogales. Coordinación: J. S. Sinisterra. Dirección: A. Freire-Filho. Vestuario: Ivonne Blake. Reparto: O. Valenzuela. P. Aranda. Fidel Almansa... Madrid. Teatro María Guerrero (CDN). Fecha de estreno: 14-1-2.000
Los niños de hoy ya forman parte de la humanidad, pero además, garantizan su futuro. Son el relevo necesario para que no sucumba la especie. El meridiano del tiempo que se encuentra atravesando todo el planeta, da lugar a reflexiones, balances y diagnósticos del actual momento histórico. El macabro fenómeno de los niños de la calle en iberoamérica, ha dado lugar a un espectáculo teatral oportunísimo (impulsado desde España, con loable respaldo institucional para un proyecto tan comprometido), que ejerce un juicio moral sobre un conflicto capital entre las numerosas perversiones morales de nuestro tiempo.
El dramaturgo español Jose Sanchis Sinisterra ha coordinado la dramaturgia múltiple de esta obra con seis autores y autoras de Iberoamérica; y es una decisión acertada -además de una rica experiencia de investigación autoral- porque ellos conocen las resonancias directas de esas masacres y pesadillas que sufren los niños de la calle en las grandes ciudades; sin familia y sin hogar, madurando a toda velocidad por la supervivencia, y pernoctando en fétidas alcantarillas.
Enlazar las seis historias de que se nutre la obra, era el reto mayor para la dramaturgia final y la puesta en escena. El espacio escénico que ha configurado el portugués J. M. Castinheira, busca ser neutro y ceremonial, duro y metálico, con espacios elevados que recuerdan pantallas cinematográficas. Sin embargo, las historias que se representan -fragmentadas- están mucho más cercanas -la mayoría de ellas- al realismo cotidiano, que a la tragedia . El director Aderbal Freire-Filho sabe insuflar brío a sus intérpretes que "pelean" la obra con uñas y dientes (hay que destacar a Ivonne Brenes, Nieves Mateo y Estela Alvarez); pero, no consigue definir cuál es el estilo de su montaje. Hay una cierta alusión explícita a Beckett, pero el espectáculo pide recursos brechtianos, con urgencia. Se echan en falta elementos distanciadores, como coreografías e incluso canciones, derroches de teatralidad y diversión, que aligeren la atención del público, para mejor asimilar las grandes sentencias morales que la obra predica. Al componerse toda la representación de escenas alternas de cinco minutos, termina adquiriendo a su pesar -(me imagino)- más ritmo de telenovela sudamericana, que de juvenil y vibrante (por muy amargo que sea su contenido) espectáculo de teatro político, crítico y noblemente comprometido.
Los niños de hoy ya forman parte de la humanidad, pero además, garantizan su futuro. Son el relevo necesario para que no sucumba la especie. El meridiano del tiempo que se encuentra atravesando todo el planeta, da lugar a reflexiones, balances y diagnósticos del actual momento histórico. El macabro fenómeno de los niños de la calle en iberoamérica, ha dado lugar a un espectáculo teatral oportunísimo (impulsado desde España, con loable respaldo institucional para un proyecto tan comprometido), que ejerce un juicio moral sobre un conflicto capital entre las numerosas perversiones morales de nuestro tiempo.
El dramaturgo español Jose Sanchis Sinisterra ha coordinado la dramaturgia múltiple de esta obra con seis autores y autoras de Iberoamérica; y es una decisión acertada -además de una rica experiencia de investigación autoral- porque ellos conocen las resonancias directas de esas masacres y pesadillas que sufren los niños de la calle en las grandes ciudades; sin familia y sin hogar, madurando a toda velocidad por la supervivencia, y pernoctando en fétidas alcantarillas.
Enlazar las seis historias de que se nutre la obra, era el reto mayor para la dramaturgia final y la puesta en escena. El espacio escénico que ha configurado el portugués J. M. Castinheira, busca ser neutro y ceremonial, duro y metálico, con espacios elevados que recuerdan pantallas cinematográficas. Sin embargo, las historias que se representan -fragmentadas- están mucho más cercanas -la mayoría de ellas- al realismo cotidiano, que a la tragedia . El director Aderbal Freire-Filho sabe insuflar brío a sus intérpretes que "pelean" la obra con uñas y dientes (hay que destacar a Ivonne Brenes, Nieves Mateo y Estela Alvarez); pero, no consigue definir cuál es el estilo de su montaje. Hay una cierta alusión explícita a Beckett, pero el espectáculo pide recursos brechtianos, con urgencia. Se echan en falta elementos distanciadores, como coreografías e incluso canciones, derroches de teatralidad y diversión, que aligeren la atención del público, para mejor asimilar las grandes sentencias morales que la obra predica. Al componerse toda la representación de escenas alternas de cinco minutos, termina adquiriendo a su pesar -(me imagino)- más ritmo de telenovela sudamericana, que de juvenil y vibrante (por muy amargo que sea su contenido) espectáculo de teatro político, crítico y noblemente comprometido.
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