"El huésped se divierte". De Joe Orton. Versión: Borja Ortiz de Gondra. Dirección: Eduardo Vasco. Geografías Teatro. Reparto: Isabel Ordaz. Miguel Hermoso Arnao. José Lifante. Abel Vitón. Diseño: Frederic Amat. Vestuario: Sonia Grande. Escenografía: Jon Berrondo. Iluminación: M. A. Camacho. Madrid. Teatro Galileo. 16-10-2001.
La recuperación de la obra de Joe Orton para la cartelera madrileña es sin duda un acierto. Su teatro sigue resultando modernísimo y provocador, porque está lleno de ideas y de talento. El teatro de Orton sigue siendo fresco y joven como resultado de ser consecuente con la ideología y el modo de vida de su autor y su tiempo.
Joe Orton no sólo fue uno más de los jóvenes de la "generación airada" que se elevaba con frescura y sin existencialismo contra las hipócritas bases morales de la sociedad de postguerra, sino que con su prematura muerte (murió a martillazos en la cabeza, infringidos por su mismo amante) adquirió una aureola de pureza, propio de los mitos jóvenes. Es una especie de Jack Kerouac o James Dean del teatro británico. Le sobrevino la muerte en pleno éxito. Orton era un macarra inglés de los barrios bajos (una especie de Genet, sin llegar a viejo) agraciado físicamente, que fue formado y protegido por un intelectual homosexual inglés, a quien le debió su definitiva formación cultural y dramática. El primer sorprendido de su éxito, y de ganar dinero y fama con su escritura, fue el mismo Joe. Orton era extremadamente fotogénico y como buen barrriobajero se dejaba querer por el mejor postor. Hasta los Beatles le encargaron el guión de su película "Qué noche la de aquel día", aunque finalmente no se llegara a un acuerdo.
El mérito y la gracia de Orton es la misma que tiene Sloane (el chulo protagonista de su obra "El huésped se divierte"): "dejarse querer". Sloane sabe que su encanto físico y demoníaco le abre todas las puertas, porque en todas partes se le desea. El mérito literario de Joe Orton no radica en su capacidad de trasplantar este engendro de proxenetas y clase media a la escena, sino en no perder las riendas del comedimiento. Es fácil que una sátira a la hipocresía sexual de las clases medias, se convirtiera en un cómic al aguafuerte, de trazos duros, agresivos y sanguinarios. Lo mejor de esta obra es que desbarrando hasta el crimen pasional cometido en escena, conserva un estilo y un lenguaje, exquisitamente británicos. Orton controla las intenciones del teatro del absurdo y la crueldad, pero mantiene el enfoque de la comedia burguesa. El combinado no puede resultar más chispeante dramáticamente.
El buen hacer colectivo de la compañía hace que la obra llegue a buen puerto con diferentes naves. El director impone un estilo sobrio y medido, con una acorde selección musical; los actores realizan un trabajo bien entendido y mejor ejecutado, y la plástica del espectáculo está muy bien sintonizada. Sonia Grande realiza un vestuario irónico muy agudo y cotidiano. El diseño de Frederic Amat recrea esa rancia y optimista Inglaterra de los sesenta, ayudado por la escenografía de Jon Berrondo.
Al final de la obra, el público aplaudió con ganas.
La recuperación de la obra de Joe Orton para la cartelera madrileña es sin duda un acierto. Su teatro sigue resultando modernísimo y provocador, porque está lleno de ideas y de talento. El teatro de Orton sigue siendo fresco y joven como resultado de ser consecuente con la ideología y el modo de vida de su autor y su tiempo.
Joe Orton no sólo fue uno más de los jóvenes de la "generación airada" que se elevaba con frescura y sin existencialismo contra las hipócritas bases morales de la sociedad de postguerra, sino que con su prematura muerte (murió a martillazos en la cabeza, infringidos por su mismo amante) adquirió una aureola de pureza, propio de los mitos jóvenes. Es una especie de Jack Kerouac o James Dean del teatro británico. Le sobrevino la muerte en pleno éxito. Orton era un macarra inglés de los barrios bajos (una especie de Genet, sin llegar a viejo) agraciado físicamente, que fue formado y protegido por un intelectual homosexual inglés, a quien le debió su definitiva formación cultural y dramática. El primer sorprendido de su éxito, y de ganar dinero y fama con su escritura, fue el mismo Joe. Orton era extremadamente fotogénico y como buen barrriobajero se dejaba querer por el mejor postor. Hasta los Beatles le encargaron el guión de su película "Qué noche la de aquel día", aunque finalmente no se llegara a un acuerdo.
El mérito y la gracia de Orton es la misma que tiene Sloane (el chulo protagonista de su obra "El huésped se divierte"): "dejarse querer". Sloane sabe que su encanto físico y demoníaco le abre todas las puertas, porque en todas partes se le desea. El mérito literario de Joe Orton no radica en su capacidad de trasplantar este engendro de proxenetas y clase media a la escena, sino en no perder las riendas del comedimiento. Es fácil que una sátira a la hipocresía sexual de las clases medias, se convirtiera en un cómic al aguafuerte, de trazos duros, agresivos y sanguinarios. Lo mejor de esta obra es que desbarrando hasta el crimen pasional cometido en escena, conserva un estilo y un lenguaje, exquisitamente británicos. Orton controla las intenciones del teatro del absurdo y la crueldad, pero mantiene el enfoque de la comedia burguesa. El combinado no puede resultar más chispeante dramáticamente.
El buen hacer colectivo de la compañía hace que la obra llegue a buen puerto con diferentes naves. El director impone un estilo sobrio y medido, con una acorde selección musical; los actores realizan un trabajo bien entendido y mejor ejecutado, y la plástica del espectáculo está muy bien sintonizada. Sonia Grande realiza un vestuario irónico muy agudo y cotidiano. El diseño de Frederic Amat recrea esa rancia y optimista Inglaterra de los sesenta, ayudado por la escenografía de Jon Berrondo.
Al final de la obra, el público aplaudió con ganas.
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