"Cruzadas”. De Michel Azama. Dirección: Juan Pastor. Reparto: Andrés Rus. María Pastor. Susana Hernáiz. Rafael Navarro. Luis Carlos de la Lombana. Javier Ortiz. Victoria dal Vera. Elia Muñoz. Eduardo Navarro. Vestuario: Lupe Estévez. Iluminación: Carlos Navarrete. Madrid. Sala Cuarta Pared. 27-3-2002.
El dramaturgo francés Michel Azama demuestra ser autor de un teatro comprometido con la palabra, con la poesía y con la moral del teatro. Continúa las sendas de cierto teatro francés reciente y consciente por el que transitan Bernard Marie Koltés, o Enzo Corman. Un teatro que está en la orilla del centro del drama, donde aposentó Samuel Beckett su tienda de campaña dramática, para echar una mirada final sobre el mundo, donde los seres reales y las criaturas literarias no están separados por fronteras racionales.
En “Cruzadas”, Azama derrumba las barreras del mundo de los vivos y de los muertos, para establecer un ámbito dramático donde causa (guerra) y efecto (muerte), conviven con pasmosa tranquilidad.
La obra presenta una estructura similar a la de un haz, o un ramillete de historias entrecruzadas, que también justifica el nombre de la pieza. Personajes históricos y contemporáneos se cruzan en el interior de la escena con pasmosa naturalidad. Todos tienen algo en común: van a morir por causa de la guerra.
Por encima de este caleidoscopio bélico-espectral, Azama centra el corazón de su historia en la reciente guerra balcánica de Bosnia. El sinsentido de las guerras alcanza su mayor ejemplificación en las contiendas civiles, esto es, en el interior de un mismo país, donde se enfrentan, generalmente bajo el manto y la excusa de la religión, amigos, hermanos y hasta familiares. La tesis de Azama es que donde más duele la guerra es en la juventud. Criaturas desorientadas y desperdigadas, que se dejan arrastrar por el descontrol caótico de los tiempos bélicos. Los francotiradores que destrozan vidas por doquier, son unos insensatos excitados, que terminan pagando su irreverente osadía con la vida.
Juan Pastor y su compañía Guindalera, Escena Abierta, entienden el teatro como un lugar de convivencia pacífica con el arte y con la moral. Su equipo de jóvenes y precisos intérpretes realizan unas medidas interpretaciones, que nos introducen en esa ruina moral que traen las guerras, con vibrante pasión y técnica.
El mundo de los muertos posee a dos entrañables cancerberos, una pareja de ancianos que acuden a la estación de los muertos, a recibir con una manta, a sus pasajeros.
La literatura y el arte dramático en particular son esa manta cálida, con la que tanto el dramaturgo francés, como esta joven y entusiasta compañía, intentan cubrir las heridas y fríos interrogantes del público.
El dramaturgo francés Michel Azama demuestra ser autor de un teatro comprometido con la palabra, con la poesía y con la moral del teatro. Continúa las sendas de cierto teatro francés reciente y consciente por el que transitan Bernard Marie Koltés, o Enzo Corman. Un teatro que está en la orilla del centro del drama, donde aposentó Samuel Beckett su tienda de campaña dramática, para echar una mirada final sobre el mundo, donde los seres reales y las criaturas literarias no están separados por fronteras racionales.
En “Cruzadas”, Azama derrumba las barreras del mundo de los vivos y de los muertos, para establecer un ámbito dramático donde causa (guerra) y efecto (muerte), conviven con pasmosa tranquilidad.
La obra presenta una estructura similar a la de un haz, o un ramillete de historias entrecruzadas, que también justifica el nombre de la pieza. Personajes históricos y contemporáneos se cruzan en el interior de la escena con pasmosa naturalidad. Todos tienen algo en común: van a morir por causa de la guerra.
Por encima de este caleidoscopio bélico-espectral, Azama centra el corazón de su historia en la reciente guerra balcánica de Bosnia. El sinsentido de las guerras alcanza su mayor ejemplificación en las contiendas civiles, esto es, en el interior de un mismo país, donde se enfrentan, generalmente bajo el manto y la excusa de la religión, amigos, hermanos y hasta familiares. La tesis de Azama es que donde más duele la guerra es en la juventud. Criaturas desorientadas y desperdigadas, que se dejan arrastrar por el descontrol caótico de los tiempos bélicos. Los francotiradores que destrozan vidas por doquier, son unos insensatos excitados, que terminan pagando su irreverente osadía con la vida.
Juan Pastor y su compañía Guindalera, Escena Abierta, entienden el teatro como un lugar de convivencia pacífica con el arte y con la moral. Su equipo de jóvenes y precisos intérpretes realizan unas medidas interpretaciones, que nos introducen en esa ruina moral que traen las guerras, con vibrante pasión y técnica.
El mundo de los muertos posee a dos entrañables cancerberos, una pareja de ancianos que acuden a la estación de los muertos, a recibir con una manta, a sus pasajeros.
La literatura y el arte dramático en particular son esa manta cálida, con la que tanto el dramaturgo francés, como esta joven y entusiasta compañía, intentan cubrir las heridas y fríos interrogantes del público.
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