"Don Pasqualle, o la pícara enamorada", de Donizetti. Versión libre y dirección: Juan José Alonso Millán. Direccción musical: David Barón. Escenografía: Jacobo Marrazo. Reparto: Miguel Sola. Rafael Lledó. Diana Rosa Lopez. Santos Ariño. Enrique del Portal Sr. Ana Bosch. Raquel Moya. Músicos: David Barón. Elias Cepeda. Jose L. Alvarez. Jesús Herrero. Madrid. Teatro Príncipe. 5-4-2000
El teatro, desde su nacimiento, ha ido unido a la fiesta, a la música y al baile. El afán de diversión, para desahogarse del duro trabajo físico, hacía culminar las grandes cosechas y recolecciones con unas fiestas regocijantes en el gozo, dedicado a los dioses. Este instinto tan tonificante jamás ha desaparecido. La risa ha sido uno de los motores más poderosos del teatro a lo largo de la Historia. La propuesta de "ópera popular" que hace el incombustible hombre de teatro, Juan José Alonso Millán, es oportuna y necesaria. En el momento en que las artes escénicas en España están en un crecimiento imparable, lo más sensato es diversificar la oferta, para que siga aumentando el consumo de espectáculos. En la actualidad, las sociedades más avanzadas son las que dedican más tiempo al ocio. Que se doblara el número de teatros en Madrid, y en toda España, sería un sintoma innegable de que "el teatro va bien".
Poner la ópera al servicio del pueblo, en paralelo a las grandes y fastuosas fiestas cortesanas, es otro de los fenómenos que han existido desde que nació la ópera. Las operas bufas, que se hacían en tabernas y teatruchos nada distinguidos, ponía a la gran música al alcance de todos. Schikaneder, el socio amigo de Mozart que le estrenó "La Flauta mágica", sabía mucho de esto.
El "Don Pasqualle" de Alonso Millán es igual de oportuno. La heterodoxia y las gamberradas de la puesta en escena y un atrezzo totalmente anacrónico, dan pie a esa carcajada que hace gozar al público, en la ópera cómica. Una colorista escenografía pintada, como el cuarto de juegos de los niños; y un coro de lindas criadas con mayordomo, que desentrañan con gracia la acción ante el público, completan el plano bufonesco de la pieza.
Hay que destacar la valentía de los empresarios de "Don Pasqualle", para conservar a los músicos en escena. Algo que ya no suele ocurrir lamentablemente. La música en directo da un plano vivo a esta opera del pueblo, insustituible. Hay que destacar el trabajo cómico vocal de Miguel Sola, en Don Pasqualle. El resto de los cantantes despliegan toda su fuerza y toda su técnica belcantística, hasta excitar los aplausos del público.
Ya se sabe: con Alonso Millán, la diversión está garantizada; ahora, además, con ópera en vivo.
El teatro, desde su nacimiento, ha ido unido a la fiesta, a la música y al baile. El afán de diversión, para desahogarse del duro trabajo físico, hacía culminar las grandes cosechas y recolecciones con unas fiestas regocijantes en el gozo, dedicado a los dioses. Este instinto tan tonificante jamás ha desaparecido. La risa ha sido uno de los motores más poderosos del teatro a lo largo de la Historia. La propuesta de "ópera popular" que hace el incombustible hombre de teatro, Juan José Alonso Millán, es oportuna y necesaria. En el momento en que las artes escénicas en España están en un crecimiento imparable, lo más sensato es diversificar la oferta, para que siga aumentando el consumo de espectáculos. En la actualidad, las sociedades más avanzadas son las que dedican más tiempo al ocio. Que se doblara el número de teatros en Madrid, y en toda España, sería un sintoma innegable de que "el teatro va bien".
Poner la ópera al servicio del pueblo, en paralelo a las grandes y fastuosas fiestas cortesanas, es otro de los fenómenos que han existido desde que nació la ópera. Las operas bufas, que se hacían en tabernas y teatruchos nada distinguidos, ponía a la gran música al alcance de todos. Schikaneder, el socio amigo de Mozart que le estrenó "La Flauta mágica", sabía mucho de esto.
El "Don Pasqualle" de Alonso Millán es igual de oportuno. La heterodoxia y las gamberradas de la puesta en escena y un atrezzo totalmente anacrónico, dan pie a esa carcajada que hace gozar al público, en la ópera cómica. Una colorista escenografía pintada, como el cuarto de juegos de los niños; y un coro de lindas criadas con mayordomo, que desentrañan con gracia la acción ante el público, completan el plano bufonesco de la pieza.
Hay que destacar la valentía de los empresarios de "Don Pasqualle", para conservar a los músicos en escena. Algo que ya no suele ocurrir lamentablemente. La música en directo da un plano vivo a esta opera del pueblo, insustituible. Hay que destacar el trabajo cómico vocal de Miguel Sola, en Don Pasqualle. El resto de los cantantes despliegan toda su fuerza y toda su técnica belcantística, hasta excitar los aplausos del público.
Ya se sabe: con Alonso Millán, la diversión está garantizada; ahora, además, con ópera en vivo.
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