viernes, 16 de julio de 2010

ODISEA DE CALAMIDADES


"La mujer invisible". De Kay Adshead. Versión: Carla Matteini. Dirección: Santiago Sánchez. Intérprete: Rita Siriaka. Escenografía: Dino Ibáñez. Madrid. Teatro del Círculo de Bellas Artes. 20-2-2002.

Bertolt Brecht fundaba la eficacia del teatro político en su capacidad de entretener al público con los recursos escénicos y dramáticos, a la par que se le transmitía un discurso ideológico. La obra de Kay Adshead “La mujer invisible” pone el dedo en la llaga de la inhumana situación de los inmigrantes, de los refugiados políticos, de los exiliados, de toda esa terrible caterva fantasma que deambula por el primer mundo, intentando hacerse un hueco en la reverberante civilización occidental, aunque sea entre los cubos de su basura.
El aliento tan político como poético del texto de Adshead, que relata la historia de una poetisa y periodista negra africana que ha tenido que abandonar su país por represalias políticas, es de una gran actualidad, “una obra basada en demasiados hechos reales”, como advierte el subtítulo del espectáculo.
Las afirmaciones que la fugitiva ha vertido con sus palabras en la prensa de su país en favor de los derechos humanos, le ha hecho sufrir las bárbaras represalias de uno de esos batallones de castigo irracionales que generan las estructuras de Poder en defensa de sus intereses. Su marido fue asesinado en el ataque, y a su hermana pequeña le volaron la cabeza, antes de violar a la escritora libertaria, que para más desgracia quedó embarazada de la violación múltiple. Tras estos hechos luctuosos inició su éxodo hacia el primer mundo, donde los seres humanos son supuestamente respetados.
La odisea de dificultades que sufre la protagonista en su llegada a la civilización occidental, son el argumento de esta desgarradora pieza. El director Santiago Sánchez crea un ámbito desnudo y poético, donde la figura de la poetisa africana se agiganta, interpretada por la actriz brasileña Rita Siriaka. El ambiente sonoro, las calidades de voz trabajadas por la intérprete, (bajo la supervisión de Concha Doñaque), y la calidad de la traducción de Carla Matteini dan un estigma artístico a este proyecto escénico comprometido humana y políticamente.
Una hora y tres cuartos de monólogo femenino en el límite, es demasiado tiempo para no agotar los aciertos del montaje. Hubiera sido mucho más eficaz, artística e ideológicamente, si su representación hubiera durado la mitad de tiempo. El texto no termina de elevar su vuelo teatral, en tanto que le falta simbología y universalidad, por encima de la letra pequeña del inventario de múltiples y surtidas desgracias, que puede llegar a sufrir un ser humano en condiciones adversas.

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