viernes, 16 de julio de 2010
`PIRÁMIDE DE PIEDRAS PRECIOSAS
"Las criadas". De Jean Genet. Dirección, escenografía e iluminación: Mario Gas. Reparto: Aitana Sánchez Gijón. Enma Suárez. Maru Valdivieso. Escenografía y vestuario: Antonio Belart. Banda sonora: José A. Gutiérrez. Madrid. Teatro Albéniz. 8-3-2002.
Jean Genet nació y creció en el arroyo. Este poeta canalla de rara y enigmática belleza arrabalaria, recibió la protección de grandes artistas e intelectuales de su época, que demostraron un gran olfato no sólo para detectar el chulerío portuario que desprendía el interfecto, sino además para el talento poético y dramático, del que sería uno de los más grandes autores franceses del siglo XX. Genet no sólo fue un escritor, sino que convirtió su vida, su homosexualidad, y sus radicales compromisos políticos, en todo un manifiesto.
Tras la desidia pedante de tanto existencialista de cartón piedra, un animal del arroyo traía sangre fresca a las carnes del drama. Desde Rimbaud no había habido un poeta más terrible y fulgurante en el firmamento de las letras francesas. Jean Louis Barrault tuvo problemas con el mismo general De Gaulle, por estrenar sus obras en el Odeon, a pesar de que lo respaldara el mismísimo André Malraux, flamante Ministro de Cultura de aquellos años anteriores al mayo del 68.
El teatro de Genet es revolución en marcha; no sólo la del 68, sino la de cualquier movimiento transgresor, que pretenda desestabilizar el hipócrita sistema moral occidental. El verbo mazmorrero de Genet asesta sus golpes donde más duelen: la familia, la religión, el poder, la opresión, la ambición de la belleza, y por tanto la carrera acelerada hacia la muerte.
“Las criadas” (basada en un macabro episodio criminal, que conmocionó a toda Francia) vuelca sobre la escena el conflicto de la opresión vital entre amos y criados, como un portentoso símbolo de la injusticia social. El teatro de Genet es teatro de la palabra al servicio de la ceremonia. El escenario es sólo una bocina donde se sitúa el altar de una misa negra, celebrada para aplacar y detener los motores del dolor. El teatro del ceremonial desciende al fondo del pozo, y desde allí, nos narra -a ciegas- sus torturas y monstruosidades: el dramaturgo como reportero de guerra, en primera línea de batalla con la muerte.
Mario Gas ha entendido muy bien el ámbito moral y simbólico en el que se sitúa el discurso de Genet. El director hace descender a sus protagonistas hacia un lujoso y tortuoso salón de los espejos, donde todo es misterio y animalización. Las emociones salvajes galopan sobre la escena, montadas en el potro furioso de las palabras hermosísimas del poeta encarcelado.
Las fotogénicas actrices que protagonizan la obra se entregan con denuedo a su tarea de elevar la palabra sagrada del maestro Genet sobre las tablas. Aitana Sánchez Gijón interpreta a Solange, la hermana mayor, con gravedad y contenida belleza. Tiene un diseño de cambios de registros de voz, realmente elaborado. Emma Suárez interpreta a Claire, un animal acorralado en las profundidades del rencor, que se convertirá en víctima propiciatoria. Arrastra una rara belleza, cuando se pasea en silencio por la escena. Maru Valdivieso interpreta con elegancia y brillantez a la Señora, que cae sobre ellas como una implacable pirámide de piedras preciosas.
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