"The days before. Death, destruction&Detroit III". Idea, diseño y dirección: Robert Wilson. Música: Ryuichi Sakamoto. Textos de Umberto Eco y Poemas de Christopher Knowles. Coreografía: Suzuchi Hanayagi. Vestuario y maquillaje: Jacques Reynaud. Video: Christopher Kondek. Interpretes: Fiona Shaw, Arthur Beatty...Madrid. Fest. de Otoño. Teatro de Madrid. Fecha de estreno: 16-XI-99
Bob Wilson es un imponderable del panorama escénico actual. Con cada uno de sus espectáculos explora las orillas de la representación, como si se tratara de un viaje fantástico que comparte con los actores y el público. Las óperas de Wilson (,en el sentido que es ópera el teatro chino, o el Kabuki japonés,) son espectáculos totales con referentes épicos o míticos, en los que lo importante es la representación con todas sus galas, incluida la del público. El teatro de Bob Wilson requiere un espectador dispuesto a dejarse seducir sin prejuicios, lo que se dice un correligionario del rito.
Wilson es un especimen raro, de un valor exclusivo. No se le puede pedir la emoción de un polaco, la narratividad de un francés, o el juicio moral de un sueco, un noruego o un británico. Algunos lo tachan de escenógrafo retórico y "postmoderno", obsesionado por el diseño y la moda; y también de hacer espectáculos tan aburridos como bellos. Yo creo que se olvidan de valorar el carácter sagrado que requiere el rito. El teatro tiene en todas las culturas un origen sagrado, es una forma de comunicar con los dioses, con los seres superiores de la naturaleza, para implorar respuestas y benevolencia. La vanguardia verdadera, siempre bebe en las fuentes del origen. Hay una devoción milenaria por empaparse en la sabiduría de la tradición, para afrontar la solemnidad de construir lo que será testimonio futuro de nuestro tiempo.
Los sacerdotes de todas las religiones llevan vestiduras de gala, se adornan con lo mejor que guardan, para estar a la altura del Dios con el que se quiere entablar comunicación. Desde ahí, hay que entender el sobrenatural vestuario que generan las representaciones de Bob Wilson: ante los ojos del público, los actores de Wilson son oficiantes. Todo el atrezzo que circula por los diferentes cuadros de este paisaje de ensueño escénico, son esculturas; en ellos, la forma y los materiales están plagados de significado. ¿Qué objetos del templo son cotidianos?
A parte de estas consideraciones, Bob Wilson demuestra una enorme capacidad para la síntesis y dominio de todos los lenguajes que convoca en escena: proyecciones de vídeo, hologramas, danzarines, actores, cantantes ... Entre tanta belleza celeste, no falta ni el niño ni el viejo; ni el clown desvergonzado, ni la diva patética ... Todos los contrastes están armonizados por la batuta poderosa de Wilson.
El viejo Gordon Craig, maestro entre tantos otros de Peter Brook, decía que la misión del teatro es hacer visible lo invisible, en un escenario. Creo que la afirmación puede leerse en muchos sentidos, pero en uno de ellos, sí que se abriga este trabajo de Bob Wilson.
Bob Wilson es un imponderable del panorama escénico actual. Con cada uno de sus espectáculos explora las orillas de la representación, como si se tratara de un viaje fantástico que comparte con los actores y el público. Las óperas de Wilson (,en el sentido que es ópera el teatro chino, o el Kabuki japonés,) son espectáculos totales con referentes épicos o míticos, en los que lo importante es la representación con todas sus galas, incluida la del público. El teatro de Bob Wilson requiere un espectador dispuesto a dejarse seducir sin prejuicios, lo que se dice un correligionario del rito.
Wilson es un especimen raro, de un valor exclusivo. No se le puede pedir la emoción de un polaco, la narratividad de un francés, o el juicio moral de un sueco, un noruego o un británico. Algunos lo tachan de escenógrafo retórico y "postmoderno", obsesionado por el diseño y la moda; y también de hacer espectáculos tan aburridos como bellos. Yo creo que se olvidan de valorar el carácter sagrado que requiere el rito. El teatro tiene en todas las culturas un origen sagrado, es una forma de comunicar con los dioses, con los seres superiores de la naturaleza, para implorar respuestas y benevolencia. La vanguardia verdadera, siempre bebe en las fuentes del origen. Hay una devoción milenaria por empaparse en la sabiduría de la tradición, para afrontar la solemnidad de construir lo que será testimonio futuro de nuestro tiempo.
Los sacerdotes de todas las religiones llevan vestiduras de gala, se adornan con lo mejor que guardan, para estar a la altura del Dios con el que se quiere entablar comunicación. Desde ahí, hay que entender el sobrenatural vestuario que generan las representaciones de Bob Wilson: ante los ojos del público, los actores de Wilson son oficiantes. Todo el atrezzo que circula por los diferentes cuadros de este paisaje de ensueño escénico, son esculturas; en ellos, la forma y los materiales están plagados de significado. ¿Qué objetos del templo son cotidianos?
A parte de estas consideraciones, Bob Wilson demuestra una enorme capacidad para la síntesis y dominio de todos los lenguajes que convoca en escena: proyecciones de vídeo, hologramas, danzarines, actores, cantantes ... Entre tanta belleza celeste, no falta ni el niño ni el viejo; ni el clown desvergonzado, ni la diva patética ... Todos los contrastes están armonizados por la batuta poderosa de Wilson.
El viejo Gordon Craig, maestro entre tantos otros de Peter Brook, decía que la misión del teatro es hacer visible lo invisible, en un escenario. Creo que la afirmación puede leerse en muchos sentidos, pero en uno de ellos, sí que se abriga este trabajo de Bob Wilson.
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