sábado, 17 de julio de 2010

EXQUISITO ARROYO VIRTUAL


"Woyzeck". De Georg Büchner. Betty Nansen Teatret. Dirección, diseño e iluminación: Robert Wilson. Canciones y música: Tom Waits/Kathleen Brennan. Director de orquesta: Bent Clausen. Reparto: Jens Jorn Spottag. Kaya Brüel. Morten Eisner. Hanne Uldal. Ole Thestrup. Ann-Mari Max Hansen. Morten Lützhoft. Benjamin Boe Rasmussen. Tom Jensen. Vestuario: Jacques Reynaud. Adaptación: Wolfgang Wiens/Ann-Christin Rommen. Madrid. Festival de Otoño. Teatro de la Zarzuela. 2-11-2001.

Robert Wilson tiene mirada de sordo, por eso sus imágenes son tan elocuentes. Este arquitecto escenógrafo norteamericano, demuestra seguir siendo el mayor mago del ilusionismo escénico que pulula por la escena contemporánea. La complejidad progresiva de su lenguaje plástico ha alcanzado desde hace tiempo autonomía frente a la palabra. Wilson escribe con la luz, con el tempo de los movimientos, con los espacios repulidos por donde transitan sus autómatas, donde se depositan sus sillas de diseños tan imposibles como celestiales, las atmósferas virtuales de sus idealizados sueños. Ni las mejores imágenes de la realidad, ni tan siquiera las del sueño, pueden competir en belleza con el espejismo virtual e idealizado de las cajas mágicas de este americano luminoso.
En "Woyzeck" -la última entrega de su trabajo en España- vuelve a reunirse con el compositor americano Tom Waits, con el que ya ha formado tándem para construir algunos de sus más celebrados espectáculos. Un visionario sordo y un músico son perfectamente complementarios. Por otra parte, si Wilson es un artista del vacío, de la transparencia, del espacio limpio, perfecto, repulido e inmaculado, Waits es un compositor de madrugada con ecos de melopea, de voz cascada, de tiniebla y canalla humana. Su calidad como compositor es plenamente singular, lo que aumenta aún la relevancia de su obra.
El Betty Nansen Teatret de Dinamarca ha realizado con este espectáculo una carambola perfecta para el éxito. Una ópera contemporánea, construida por dos creadores de elevado prestigio, e interpretada por una orquesta y unos intérpretes ejemplares. El resultado es un espectáculo sobrecogedoramente perfecto que fascina al público madrileño por tratarse de "lo nunca visto".
Si Waits ha bebido en las fuentes musicales germanas más cabareteras y tabernarias, Wilson se ha asomado a la obra escenográfica de Kandinsky, Schlemmer, Moholy Nagy ... producida al amparo del racionalismo geométrico de la Bauhaus.
Este montaje produce el asombro de estar viendo imágenes vivas de la historia del teatro europeo de vanguardia, al son de un ronco ukelele de California. Sólo sobran "Woyzeck" y Büchner para que el espectáculo sea un feliz experimento.
¿Alguien puede imaginarse "El Quijote" ilustrado por Andy Warhol? "Woyzeck" es una tragedia misteriosa e inacabada, a causa de la prematura muerte de su autor. El conflicto del soldado Woyzeck es que además de ser pobre, y de someterse a experimentos médicos para sacar un sobresueldo, es que tiene el vicio de pensar y filosofar sobre la razón de la existencia humana. El engaño, la mentira, la injusticia llevan a Woyzeck a encontrar mayor armonía en la muerte que en la vida. Esta terrible peripecia humana, donde se desenmascara el carácter patológico de la sociedad alemana de mediados del S. XIX, fue inspiración para los furiosos expresionistas.
No hay nada de esto en el castillo de naipes refractante que ha montado Bob Wilson, arrullado por los acordes borrachos de Tom Waits. Con su minimalismo, su elegancia, su lujo, su audacia de códigos visuales, este montaje se aleja de la suciedad física y moral ¨del "arroyo" donde se desarrolla el drama de Büchner. Sólo la primera escena de la obra, la del Carnaval, con su tormenta colorista y abigarrada estética expresionista, cercana a la pintura de Munch o Ensor, corresponde al espíritu del drama original. El resto es calcamonía prodigiosa y vanguardista, sin un ápice de vida.

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