"Cyrano de Bergerac". De Edmond Rostand. Versión de Jaime y Laura Capmany. Dirección: Mara Recatero. Supervisión general: Gustavo Pérez Puig. Reparto: Manuel Galiana. Paula Sebastián. Juan Carlos Naya. Manuel Gallardo. Ana María Vidal. Escenografía: Gil Parrondo. Figurines: Madrid. Teatro Español. Fecha de estreno: 5-2-2000.
Cyrano de Bergerac es uno de los mitos más entrañables de la cultura occidental. Con sólo 103 años (se estrenó en París en 1897) este personaje inspirado en un escritor francés del S. XVII, parece tener carta de naturaleza propia en la mente de cada uno de sus espectadores. La entrañable belleza del mito Cyrano está relacionada con la dulce ternura de las cartas de naturaleza amorosa, en las que cualquier espectador puede reconocerse. Cyrano es poseedor de la más fea nariz que nunca se haya visto, pero su espíritu es bello, superior y honesto; son sus hermosas palabras las que arrancan los besos de las damas, que otros gozan.
Edmond Rostand fue una tabla de salvación para los conservadores gustos de un público burgués demasiado hastiado de naturalismo y miserables subidos a escena; o de las propuestas enigmáticas y cifradas de los autores simbolistas. Rostand, como un apéndice romántico, devolvía al teatro la belleza con mayúsculas, a través de su principal sacerdote escénico: la palabra. Pero, entre tanto vuelo poético, Rostand no se privaba de hacer sus apuestas morales y sus críticas, ante una sociedad con la que no congeniaba. La obra está llena de largos parlamentos para mejor lucimiento del actor que debía interpretarla. El figurón, (primer actor y empresario) podía lucirse con largos y bellos textos ante su público. Al margen de este recurso, el autor francés demuestra ser un excelente carpintero escénico. Su obra está tan sólidamente construida, que su encanto emerge por encima de cualquiera de los montajes que puedan aplicársele.
Mara Recatero y Pérez Puig han optado por realizar un espectáculo fiel al espíritu del teatro de aquellos tiempos; como si viajáramos hasta la noche del estreno de 1897, con Coquelin sobre la escena, interpretando a Cyrano. Los cinco decorados de Gil Parrondo, de gran belleza plástica y cromática, homenajean aquellos grandes escenarios realistas de entonces. Una compañía de más de cincuenta actores; y un espectáculo de cinco actos, que dura casi tres horas, es algo no demasiado frecuente en la escena de nuestros días. Todo transpira un aire -como dirían los franceses- "ancien style", que se ajusta literalmente a este tipo de teatro literario con un enorme aparato dramático, en sonora versión de Jaime Capmany e hija.
Manuel Galiana aporta a Cyrano una vulnerabilidad muy emotiva en las escenas más íntimas y sensibles, que enriquece la visión de este bravucón del acero y las palabras. Paula Sebastián compone una bella Roxana, exprimiendo todo el conflicto de amor de esta mujer moderna para su tiempo. Juan Carlos Naya presta su figura y juventud al joven lechugino que enamora a la dama. Manuel Gallardo interpreta al terrible Conde de Guiche, tercer enamorado de Roxana; y José Carabias tiñe con su peculiar humor a ese pastelero aficionado a los versos, que es ángel de la guarda de todos los poetas. La obra fue muy aplaudida por el público la noche del estreno; y sobre todo, su protagonista.
Cyrano de Bergerac es uno de los mitos más entrañables de la cultura occidental. Con sólo 103 años (se estrenó en París en 1897) este personaje inspirado en un escritor francés del S. XVII, parece tener carta de naturaleza propia en la mente de cada uno de sus espectadores. La entrañable belleza del mito Cyrano está relacionada con la dulce ternura de las cartas de naturaleza amorosa, en las que cualquier espectador puede reconocerse. Cyrano es poseedor de la más fea nariz que nunca se haya visto, pero su espíritu es bello, superior y honesto; son sus hermosas palabras las que arrancan los besos de las damas, que otros gozan.
Edmond Rostand fue una tabla de salvación para los conservadores gustos de un público burgués demasiado hastiado de naturalismo y miserables subidos a escena; o de las propuestas enigmáticas y cifradas de los autores simbolistas. Rostand, como un apéndice romántico, devolvía al teatro la belleza con mayúsculas, a través de su principal sacerdote escénico: la palabra. Pero, entre tanto vuelo poético, Rostand no se privaba de hacer sus apuestas morales y sus críticas, ante una sociedad con la que no congeniaba. La obra está llena de largos parlamentos para mejor lucimiento del actor que debía interpretarla. El figurón, (primer actor y empresario) podía lucirse con largos y bellos textos ante su público. Al margen de este recurso, el autor francés demuestra ser un excelente carpintero escénico. Su obra está tan sólidamente construida, que su encanto emerge por encima de cualquiera de los montajes que puedan aplicársele.
Mara Recatero y Pérez Puig han optado por realizar un espectáculo fiel al espíritu del teatro de aquellos tiempos; como si viajáramos hasta la noche del estreno de 1897, con Coquelin sobre la escena, interpretando a Cyrano. Los cinco decorados de Gil Parrondo, de gran belleza plástica y cromática, homenajean aquellos grandes escenarios realistas de entonces. Una compañía de más de cincuenta actores; y un espectáculo de cinco actos, que dura casi tres horas, es algo no demasiado frecuente en la escena de nuestros días. Todo transpira un aire -como dirían los franceses- "ancien style", que se ajusta literalmente a este tipo de teatro literario con un enorme aparato dramático, en sonora versión de Jaime Capmany e hija.
Manuel Galiana aporta a Cyrano una vulnerabilidad muy emotiva en las escenas más íntimas y sensibles, que enriquece la visión de este bravucón del acero y las palabras. Paula Sebastián compone una bella Roxana, exprimiendo todo el conflicto de amor de esta mujer moderna para su tiempo. Juan Carlos Naya presta su figura y juventud al joven lechugino que enamora a la dama. Manuel Gallardo interpreta al terrible Conde de Guiche, tercer enamorado de Roxana; y José Carabias tiñe con su peculiar humor a ese pastelero aficionado a los versos, que es ángel de la guarda de todos los poetas. La obra fue muy aplaudida por el público la noche del estreno; y sobre todo, su protagonista.
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